Quizás el 2020 no ha sido fácil para nadie; sin duda alguna, para la Policía Nacional fue todo un aprendizaje: Primeramente, nos enseñó a no perder de vista y tener siempre presente que nuestro verdadero lugar se encuentra en la Comunidad, junto a nuestro Pueblo que clama por Atención, Protección, Seguridad, Paz y Justicia, pero también, por la prestación de un servicio policial de calidad centrado en el bienestar de los ciudadanos.
Durante meses fuimos los menos queridos, aquellos que había que evitar, porque teníamos encomendada la Misión de mantener a los ciudadanos en sus hogares; durante la Crisis de Salud y en los múltiples e interminables operativos, muchas veces fuimos mal entendidos, pues teníamos que hacer cumplir las regulaciones de circulación, sin dejar a un lado los problemas de violencia producto de una delincuencia que trataba de aprovecharse y sacar ventaja de la situación.
Aunado a esto, al igual que el resto de la ciudadanía, la Pandemia tocó las puertas de la Institución Policial, siendo muchos los compañeros que caían bajo el contagio de la enfermedad. Tocó entonces vivir nuestra propia cuarentena, una mucho más rígida y difícil de cumplir, pues nos tocaba compartir el mismo espacio y a veces hasta la misma cama al regresar de nuestra misión, lejos de la calidez y apoyo de la Familia, a la que también debíamos buscar la forma de cuidar.
Fue así que las Estaciones Policiales se llenaron de personal de diferentes localidades y asignaciones, altamente expuestos al contagio, a las inclemencias del tiempo, a extenuantes horas de trabajo, donde multiplicaron sus esfuerzos y disminuyeron su descanso, porque bajo el encierro la consigna era una sola: todos a servir.
Fue así como esta dura prueba nos obligó a sacar más fuerza, más paciencia, más valor, para estar ahí, al lado del hondureño que más nos necesitaba, y justo cuando creíamos que lo peor había pasado, la madre naturaleza nos muestra lo contrario, dos fenómenos meteorológicos impactan nuestra nación, y nuestra moral. Dos emergencias más que nos encontraron fatigados, añorando abrazos, palabras de aliento, y con suerte, un reconocimiento al sacrificio interminable, que tantas veces pasa desapercibido.
Pero si algo conocemos los Policías es que no hay tiempo para rendirse, quejarse, o peor aun, quedarse de brazos cruzados, por lo que salimos nuevamente al encuentro, al llamado de nuestra Gente que necesitaba auxilio, sin importar la profundidad de las aguas, la fuerza de los vientos y de las corrientes de los ríos, tampoco importaron los miedos, los riesgos, ni lo pesado de las cargas, la Policía Nacional y sus nobles Policías llegaron hasta el último rincón de Honduras, porque esa es nuestra Vocación: servir y proteger.
Olvidarnos de nosotros mismos, exponernos ante el enemigo y hacerle frente, dándole la cara a los peligros de los que todos huyen; eso es ser policía, significa salvar y rescatar vidas, sufrir las pérdidas del otro, abrigar las ausencias con nuestro sagrado uniforme, uniforme qué durante esta crisis climatológica se convirtió en el abrigo para muchas familias, compartir desde lejos las alegrías, alegrías que a través de una sonrisa o de un simple Gracias, se convirtieron en nuestra mejor paga a la hora en que nos tocó bajo el silencio mortal de las inundaciones, rescatar la vida de las personas o proteger sus bienes como fieles centinelas de la noche. Ser Policía significa también a veces, vernos como villanos, siendo atacados e incomprendidos, cuando nos tocan esas tareas que nadie más quiere hacer, pero que nuestro deber constitucional así nos demanda.
Servir y Proteger implica recibir una sonrisa y una mirada como agradecimiento, esa es nuestra mejor paga, la satisfacción del deber cumplir es la seguridad de nuestros ciudadanos, la cual, orgullosamente procuramos bajo el lema de vencer o morir.
Por todo esto, Policías de Honduras: Misión Cumplida.
'La mejor paga para todo Policía es un ciudadano contento, un ciudadano seguro, y en este 2020, se han esforzado por cada uno. ¡Qué Dios los bendiga!'
