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La “lista” de Navidad en la Paradoja del Derroche

La temporada navideña, celebrada con entusiasmo en todo el mundo, a menudo se convierte en un período de excesos y derroche, especialmente en naciones menos privilegiadas económicamente.

En este país, con bajos índices de desarrollo económico, con una corrupción paralizante y una impunidad por decreto, la Navidad se ha convertido en un escaparate de contradicciones. Mientras la gente lucha contra la pobreza, la desigualdad y las carencias básicas, la temporada festiva se traduce en un aumento significativo del gasto en regalos, decoraciones y banquetes. Este fenómeno revela la influencia de las tradiciones importadas y la presión social de ser partícipes en el consumismo que a menudo resulta inalcanzable para gran parte de la población.

En el contexto de un Estado colapsado por la corrupción, la celebración navideña de los pobres se convierte en una paradoja, donde las carencias económicas se acentúan por la malversación de recursos. Esta desviación los fondos públicos adquiere dimensiones más agudas, ya que los afectados son los programas destinados a mejorar la calidad de vida de los más desfavorecidos.

Esta navidad huele a tristeza, angustia y desesperación. Mientras los que mandan, disfrutan de banquetes, regalos y adornos, otros apenas tienen qué comer, qué vestir o dónde dormir. Mientras ellos se reúnen con sus familias y amigos, otros sufren la soledad, el abandono o la violencia.

Esta es la realidad de los pobres, los olvidados, los invisibles, los marginados, los excluidos. Esta es la navidad de los que no tienen voz ni voto, los que no cuentan ni importan, los que no tienen derechos ni oportunidades. Aquellos que son víctimas de la injusticia, la desigualdad, la discriminación y la explotación. Aquellos que son ignorados, despreciados y maltratados por los poderosos, los corruptos, los indiferentes y los egoístas.

La navidad de los pobres es una navidad sin luz, sin color, sin calor. Una navidad sin paz, sin amor, sin felicidad. Una navidad sin sentido, sin valor, sin dignidad. Una navidad que no es navidad. Pero puede ser una navidad diferente. Una navidad que sea una oportunidad para reflexionar, para compartir, para ayudar. Una navidad que sea una ocasión para denunciar, para exigir, para cambiar. Una navidad que sea un motivo para soñar, para luchar, para transformar. La navidad de los pobres puede ser una navidad con esperanza, con solidaridad, con justicia. Una navidad con fe, con compasión, con fraternidad. Una navidad con sentido, con valor, con dignidad.

Para eso se necesita el compromiso de todos: de las instituciones, de las organizaciones, de las empresas, de los medios de comunicación, de las iglesias, de las comunidades, de la sociedad civil, de la política decente, de los obreros y la academia. Se necesita de un accionar en conjunto, que busque el bien común y el desarrollo humano integral. Se necesita una actitud crítica y responsable que cuestione este sistema económico y político dominante que genera y perpetúa la pobreza y la exclusión. Se necesita una ética basada en el respeto y la dignidad humana.

De políticos que se arrodillan ante el dinero y se paran sobre las leyes, de gobiernos ligados al crimen, déspotas y corruptos, no esperemos nada. Es tan grande la corrupción, que ni en largas listas negras caben. Ellos son patrocinados por la impunidad estatal, que gobierna en un círculo de hierro y consuma la desigualdad que se magnifica durante la temporada navideña. La celebración se convierte en un recordatorio doloroso de las injusticias sistémicas que carcomen las bóvedas del tesoro nacional y la dignidad de este país que no tiene días de esperanza, ni noches de paz.