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Insultos y poder en la era de los “likes”

“Idiota”, “imbécil” y “estúpido” son algunos de los calificativos que políticos y burócratas utilizan contra opositores, críticos y prácticamente cualquier persona que se cruce en su camino en las redes sociales. Estos constantes insultos no solo dañan la reputación de quienes los expresan, sino que también manchan la imagen de un gobierno o un partido político que pedirá el voto. Pero parece que eso no importa.

Los insultos en la política no son un fenómeno nuevo, y tampoco solo suceden en Honduras. En los últimos años, las ofensas y agresiones verbales se han incrementado en cantidad, variedad y tonalidad, coincidiendo justamente con el crecimiento de las redes sociales. Según datos globales de Statista, en 2012, en promedio, una persona pasaba una hora y media en las redes sociales; en el 2024, esa cifra aumentó a dos horas y media.

Todos somos vulnerables a insultar o emitir alguna ofensa en las redes sociales y es muy probable que pasemos más de dos horas en el celular sin siquiera darnos cuenta. Pero aquellos que combinan poder con las redes sociales, el insulto fácilmente se puede convertir en una adicción. Los “likes”, el reposteo de contenido propio y la acumulación de seguidores son premios mentales que aumentan la liberación de dopamina, la molécula del placer, en nuestros cerebros, llevándonos a buscar repetir esta sensación una y otra vez sin ser conscientes de ello. Crear adicción es el modelo de negocios de muchas redes sociales. Además, las redes sociales tienen otra trampa: cuando somos rechazados, criticados o ridiculizados, también se activan fuertes cambios conductuales que nos llevan a comportarnos de manera agresiva.

Cuando estos cambios conductuales se combinan con el poder ejercido por una persona que no le importa el servicio público, su único incentivo es vivir de las mieles del poder, el resultado es un troll político. Este individuo tiene como objetivo principal censurar, ridiculizar y avergonzar a aquellos que consideran sus adversarios.

Lo particular de este comportamiento es que para estos trolls, su agresión es justificada: o victimizo o me convierto en víctima. Estos individuos suelen ofenderse rápidamente, esperan con ansias el insulto o la agresión de la otra parte como parte de la adicción, lo que los hace intolerantes y rencorosos, sin importar sus consecuencias.

Todos podemos llegar a ser trolls políticos, pues los cambios de personalidad son difíciles de reconocer en uno mismo, pero más fáciles de identificar en los demás, especialmente si nos cae mal. Si no quiere ser un troll de la política, tiene dos opciones: 1) No entre a la política solo por una chamba; 2) Si llega a tener una chamba, no se comporte como la manada.

Jaron Lanier, autor de “Diez razones para borrar su cuenta de redes sociales de inmediato” dice que las redes sociales tienen sesgos, pero no son de derechas o izquierdas, sino para abajo