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Gina Haspel, 'la sangrienta”

El lunes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, despidió al secretario de Estado, Rex Tillerson, vía Twitter. A pesar de las decenas de funcionarios del gobierno que han sido destituidos, forzados a renunciar o que simplemente se han ido, Trump aún se las ingenia para dejar una marca indeleble en el gobierno federal: ha designado a decenas de jueces conservadores en cargos vitalicios, sigue desmantelando regulaciones logradas con mucho esfuerzo y recortando programas vitales de la seguridad social. En el mismo tuit en que destituyó a Tillerson, Trump anunció dos ascensos: el director de la CIA, Mike Pompeo, sería su nuevo secretario de Estado, y la subdirectora de la CIA, Gina Haspel, reemplazaría a Pompeo en la dirección de la agencia de espionaje. La trayectoria de Haspel en la CIA abarca más de tres décadas. Se desconocen varios aspectos de su trabajo, pero hay dos hechos confirmados: administró una cárcel clandestina de la CIA donde se cometieron torturas brutales y, más adelante, ayudó a encubrir las torturas mediante la destrucción de grabaciones de video, desacatando expresas directivas presidenciales.

Estos hechos deberían ser más que suficientes para desacreditar su nombramiento y para que el Senado niegue su confirmación en el cargo. En un acto de campaña en Ohio en noviembre de 2015, Trump alardeó: “¿Si yo aprobaría el ahogamiento simulado? Ya lo creo, en un abrir y cerrar de ojos”. Trump repitió esa frase durante toda su campaña y ya como presidente siguió haciéndolo. También sugirió otras técnicas, como ejecutar a familiares de los sospechosos frente a ellos durante los interrogatorios como incentivo para que hablen. Si logra su cometido e instala a Gina Haspel como directora de la CIA, tendrá a su lado a alguien con experiencia directa en la tortura, una de las líderes del tristemente célebre programa de tortura del gobierno de George W. Bush.

En 2002, Gina Haspel dirigió un centro de tortura de la CIA en Tailandia, donde eran llevados prisioneros sospechosos de pertenecer a Al-Qaida para ser interrogados. La víctima más conocida de ese sitio es Abu Zubaydah, quien fue sometido a una horrenda gama de técnicas de tortura, todas autorizadas técnicamente a través de una serie de memorandos legales escritos por abogados del gobierno de Bush y Cheney. Se utilizaron torturas tales como el ahogamiento simulado, el confinamiento en una caja del tamaño de un ataúd durante largos períodos, la humillación, la alimentación forzada a través del recto y varios otros procedimientos dolorosos. En 2005, cuando Haspel se desempeñaba como jefa de personal del Centro de Contraterrorismo de la CIA, en ese momento a cargo de José A. Rodríguez Jr., redactó un memorando que Rodríguez firmó, donde se ordenaba la eliminación de 92 grabaciones de video de esas mismas sesiones de tortura dirigidas por Haspel, a pesar de las instrucciones de la Casa Blanca de no destruirlas.

John Kiriakou, un analista de inteligencia que trabajó 14 años para la CIA, denunció el programa de tortura de la era Bush y, por hacerlo, fue encarcelado durante dos años. Hasta el momento, es el único funcionario estadounidense encarcelado en relación con el programa de tortura de Bush. Kiriakou relató en una entrevista para Democracy Now!: “La llamábamos ‘Gina, la sangrienta’. Gina siempre estaba rápidamente dispuesta a usar la fuerza. Había un grupo de oficiales en el Centro de Contraterrorismo de la CIA, cuando yo estaba prestando servicio allí, que… detesto hacer la acusación en voz alta, pero lo voy a decir: que disfrutaban del uso de la fuerza. Todo el mundo sabía que la tortura no funcionaba. Esa ni siquiera era la cuestión. Hay varias cosas que funcionan. ¿Era moral, ético y legal? Creo que la respuesta a esas preguntas es que claramente ‘no’. Pero Gina y la gente como Gina lo hicieron, creo, porque disfrutaban hacerlo. Torturaron por gusto, no para recopilar información”.

El programa de tortura fue desmantelado tras la elección del presidente Barack Obama. No obstante, quienes lo autorizaron, quienes lo supervisaron y los propios torturadores nunca fueron enjuiciados. Obama declaró al respecto en 2009: “Tenemos que mirar hacia adelante en lugar de mirar hacia atrás”.

“Aquí es donde entramos en escena los europeos”, me dijo el abogado especialista en derechos humanos Wolfgang Kaleck en una entrevista para Democracy Now! Kaleck es uno de los fundadores del Centro Europeo por los Derechos Constitucionales y Humanos, que el año pasado solicitó a los fiscales alemanes que se emitiera una orden de arresto contra Haspel por su papel en el programa de tortura: “Los casos de tortura deben ser llevados a juicio en todo el mundo. Tenemos varias leyes en Europa y usamos estas leyes en los últimos 15 años para presentar numerosas denuncias penales en varias jurisdicciones contra los torturadores de Estados Unidos. En algunos casos tuvimos más éxito que en otros. Pero lo interesante es que como resultado del trabajo legal de nuestra red, los torturadores estadounidenses ya no son intocables. Deben tener cuidado de adónde viajan”.

Kaleck señaló sobre Haspel: “Decidimos dirigir nuestros esfuerzos particularmente contra ella el año pasado porque, como subdirectora de la CIA, viaja mucho por el mundo. Por lo tanto, creemos que es importante que las autoridades judiciales, en Alemania y otros países europeos, intenten investigar el papel de Haspel en Tailandia y en otros lugares, y que estén preparadas: si Gina Haspel viaja a nuestros países, deberían poder arrestarla. También tendríamos que comunicar que ahora, si es confirmada en el cargo de directora, nuestras oficinas de asuntos exteriores –no solo en Alemania, sino en otros países– deberían declararla persona no grata, para que no sea invitada a nuestros países debido a que es una conocida torturadora y a los torturadores no se les debería permitir viajar libremente por Europa”.

El senador republicano Rand Paul ya expresó que se iba a oponer a la confirmación de Haspel. El senador republicano John McCain, de Arizona, quien fue torturado como prisionero de guerra en Vietnam del Norte, calificó el programa de tortura de Bush como “uno de los capítulos más oscuros de la historia estadounidense”. Todo el senado debería votar contra la confirmación de Gina Haspel y cerrar definitivamente el capítulo de la tortura en nuestro país