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El peligro de una guerra comercial

La Organización Mundial del Comercio ha advertido sobre el peligro que representa para la economía mundial la aplicación por parte de Estados Unidos de aranceles a algunos productos como el acero y el aluminio, afectando principalmente a China y a otros socios comerciales productores y exportadores de esta materia prima.

En la práctica, lo que parecía una amenaza para las economías de los principales competidores en el comercio mundial, ya se concretó cuando el presidente Donald Tump firmó el acuerdo por medio del cual entraría en vigencia un arancel del 25% al acero y de un 15% al aluminio. En respuesta a esa medida, China ha anunciado aranceles a 128 productos provenientes de los Estados Unidos, lo cual equivale a una confrontación entre estas potencias, cuyas acciones ponen en peligro no solo la estabilidad económica, sino también la estabilidad política y social del planeta.

Las medidas arancelarias aprobadas por Trump, según sus últimas declaraciones, no tienen un destinatario específico, son para todos los países, excepto aquellos en los cuales haya una revisión de los tratados comerciales en los cuales la economía estadunidense salga beneficiada.

Esta medida está siendo utilizada no solo como un arma económica, sino como una herramienta de chantaje para renegociar acuerdos favorables a una economía que está dando muestras de debilitarse ante el empuje de otras naciones.

Llama la atención que los Estados Unidos con el actual presidente esté renunciando a principios que había venido manteniendo desde los años de posguerra cuando se estableció un orden económico basado en la promoción de un comercio libre, con prohibiciones a toda forma de guerra comercial entre las naciones.

Desde luego, aquellos acuerdos que se adoptaron con la firma de convenios conocidos como los compromisos de Bretton Woods de 1944 y el establecimiento del Acuerdo General sobre Aranceles Aduanero y Comercio en 1947, se afianzaban en la fortaleza económica de los Estados Unidos, cuestión que ahora ha cambiado de forma significativa, cuando sus dificultades económicas son muy visibles.

Si en el pasado las medidas económicas para expandir el comercio que dictaban los presidentes de Estados Unidos eran para mantener su dominio e influencia mundial, ahora, las medidas restrictivas las aplican apelando a la necesidad de mantener la seguridad nacional, olvidando que su expansión como potencia estuvo en gran medida determinada por su capacidad de reproducir un comercio favorable a sus intereses.

En las condiciones de una economía que se ha caracterizado por el libre mercado, creación de organismos multilaterales y el dinamismo de las nuevas tecnologías, una política proteccionista como la impulsada por Donald Trump genera más incertidumbre que certezas.

Una guerra comercial, que ya es una realidad con las medidas adoptadas por los Estados Unidos y China, tendrá repercusiones negativas en toda la economía mundial, al desatarse una competencia sin más límites que los establecidos por las economías más fuertes.