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Divisas escasas y endeudamiento excesivo

Las cifras del Banco Central de Honduras (BCH) nos dicen que no nos está yendo bien. Antes, tampoco nos estaba yendo bien, lo nuevo es que al no encaminar soluciones pertinentes, las dificultades se acumulan, se acentúan las tendencias perniciosas y se agregan otros signos peligrosos para el futuro.

Lo he tenido que expresar en varias ocasiones: “Este gobierno heredó una situación desastrosa, no podrá resolverlo todo, pero lo peor que le puede ocurrir es entregar la administración en condiciones iguales o peores que como le tocó asumir el poder”.

El punto es que se sembró una gran expectativa de que las cosas cambiarían de signo llegando un régimen surgido legítimamente. Pero si no dispone del conocimiento suficiente -o, no se tiene voluntad- para gobernar bien, esa legitimidad de origen se pierde y se siembra la impresión de no haberse movido del punto de partida.

La economía hondureña sigue siendo pequeña y abierta. Estamos expuestos tanto a la caída de la demanda externa como a los derrumbes en los precios de nuestra todavía limitada, aunque esforzada, lista de exportaciones tradicionales y no tradicionales. Por el lado de las importaciones, nos toca todavía más difícil, puesto que nos golpea groseramente el alza en el precio de los combustibles, sumado a la parsimonia interna. De manera similar, nos impacta la dependencia y encarecimiento cíclico de insumos industriales, maquinaria y refacciones. Incluso en la importación de alimentos, estamos en complicaciones.

Ese diferencial entre bajos precios de exportación y altos precios de importación es conocido como deterioro de los términos de intercambio. Raúl Prebisch lo explicó muy bien desde mediados del siglo XX. (Recomendado a economistas junior).

Como telón de fondo, está el alto y creciente déficit comercial tanto en bienes como en servicios. Si tuviéramos que pagar las importaciones únicamente con las divisas generadas en las exportaciones, no nos alcanzaría para comprar muchos bienes del extranjero y tendríamos muchas restricciones.

Para un país como el descrito, ciertamente nunca ha existido abundancia de divisas. A lo sumo, se ha logrado un ingreso de divisas más o menos suficiente para cubrir una demanda que no necesariamente produce el mejor resultado económico. Es decir, no siempre se le ha dado el uso más productivo a las divisas. El problema actual no es que haya disminuido la cantidad de meses de importación que en teoría pueden cubrir las reservas internacionales netas. En realidad, el problema es el riesgo inminente de caer en una devaluación desenfrenada y que se recurra a endeudamiento externo para poder sumar a las reservas que a su vez, serán inyectadas al sistema para sustentar en algo la creciente y casi insaciable demanda de divisas.

Un punto grave es, además, que el gobierno está contrayendo préstamos en condiciones onerosas para apoyar las declinantes reservas internacionales, en condiciones financieras interés de casi 8% a plazos de 5 años.

Simultáneamente, se tiene un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que implica un préstamo en Derechos Especiales de Giro (DEG) equivalentes a un total de US$830 millones de dólares, de los cuales US$550 millones implicarán el pago de una tasa mínima de 5% a plazos entre 4.5 a 10 años.

Es clara, entonces, la salida riesgosa que se le dará al problema central: la escasez de divisas se resolverá con endeudamiento, sin importar que sea excesivo para la capacidad del país. Si a esto se suma una nueva emisión de bonos “soberanos”, huele a peligro