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¿Demasiado tarde para occidente?

Decía el general norteamericano Douglas MacArthur que “la historia de los fracasos en la guerra puede resumirse en dos palabras: demasiado tarde. Demasiado tarde en la comprensión del letal propósito del enemigo; demasiado tarde en tener conciencia del mortal peligro; demasiado tarde en lo tocante a la preparación; demasiado tarde en la unión de todas las fuerzas posibles para resistir; demasiado tarde en ponernos al lado de nuestros amigos”.

El reciente ataque de Hamás a Israel, orquestado, financiado y seguramente organizado también por Irán y sus aliados regionales, Hizbulá y Siria, principalmente, revela a las claras que nuestro enemigo duerme en casa, que es nuestro vecino y que aunque bajemos la guardia siempre tiene las armas listas para atacarnos y darnos certeros golpes. Sin embargo, lo que no esperábamos era su brutalidad manifiesta y el salvajismo mostrado al atacar civiles indiscriminadamente, asesinando con saña ancianos, mujeres, niños y hombres desarmados. Las imágenes que hemos visto en estos días son indescriptibles e inimaginables, un horror no visto hasta ahora y cuya brutalidad solo es comparable con la exhibida por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Unos días antes del ataque de Hamás, entre el 19 y el 20 de septiembre de este mismo año, en que los azeríes atacaron Nagorno Karabaj mostrando su superioridad armamentística y exhibiendo un poderío hasta ahora casi desconocido, unos 100.000 armenios de este enclave siempre disputado abandonaban sus casas, tierras, propiedades y negocios que habían heredado de sus ancestros y ponían rumbo hacia lo desconocido. Inicialmente se instalaron en Armenia pero el temor al que el país se vea enfrascado en otra guerra con Azerbaiyán, seguramente llevará a muchos a buscar otros lares más seguros donde iniciar una nueva vida. La presencia milenaria cristiana en estas tierras será borrada para siempre, sus iglesias, como ha pasado tantas veces en el pasado, reducidas a cenizas, y las cruces de sus cementerios, insultantes para un Islam radical, arrancadas de cuajo de la faz de la tierra.

Erdogan, con Hamas

Resulta sorprendente la reacción del mundo libre ante estos hechos, más concretamente de la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos, sobre todo el silencio y la tolerancia hacia actos repudiables que legitiman la descarada limpieza étnica llevada a cabo en apenas días en Nagorno Karabaj. Precisamente uno de los que ha avalado esta operación de expulsión de miles de cristianos de las tierras que les pertenecían ha sido el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, el mismo que hace unos días hizo una defensa encendida del grupo terrorista Hamás: “Hamás no es una organización terrorista; es un grupo de luchadores por la liberación, que lucha por proteger a su tierra y a sus ciudadanos”. El mandatario, llevado por su fobia antisemita, acusó a Israel de “matar a niños” en Gaza mediante bombardeos, pero no hubo ni una palabra de condena sobre los niños judíos degollados por Hamás. Ni las ha habido, ni las esperen.

Mientras Erdogan, cuyo país pertenece a la OTAN, justificaba los bárbaros ataques de Hamás y denigraba a nuestro principal aliado en Oriente Medio, Israel, en toda Europa se celebraron manifestaciones en defensa de Hamás con banderas palestinas y quema de banderas israelíes y también occidentales. En Alemania, superpoblada de comunidades islámicas radicales muy activas, han aumentado los ataques antisemitas y desconocidos arrojaron bombas molotov contra una sinagoga. También en las calles de Roma, París, Londres y Madrid, al grito de ¡Allahu akbar! (Alá es grande), miles de musulmanes protestaron en defensa de los atentados de Hamás, considerándolos como legítimos tras décadas de supuesta “ocupación” de Palestina, y denunciando el supuesto “genocidio” en Gaza. En Copenhague, los manifestantes llegaron más lejos y marchando por los calles en apoyo de Hamás y Gaza gritaban: “somos los hombres de Muhammad Deif”, en referencia al comandante del grupo terrorista de Izz al-Din al-Qassam Brigadas, el principal responsable de las mayores atrocidades perpetradas en el ataque a Israel.

Resulta paradójico ver ondear en muchas de esas manifestaciones banderas palestinas junto con otras comunistas y gays. En Irán, país que subvenciona y apoya a Hamás, el partido comunista iraní (Tudeh) está proscrito y muchos de sus militantes han sido colgados tras pasar décadas bajo la tortura en las mazmorras de este país, mientras que en Gaza los homosexuales son perseguidos, procesados y colgados en plazas públicas por su simple condición gay. Al mismo tiempo que se suceden estas protestas, los ataques antisemitas aumentan en todo el continente y las sinagogas y otros “objetivos” judíos están bajo protección.“85 años después de la noche de los pogromos del Tercer Reich, las sinagogas van a arder de nuevo en la capital alemana”, advirtió el presidente de la comunidad judía de Berlín, Gideon Joffe.

Occidente, ante estos hechos, hace poco o nada, no es consciente de las verdaderas amenazas que se ciernen sobre nuestros países. Algo estamos haciendo mal en Europa. En nombre de los valores y libertades del hombre, que están inspirados en esos principios eternos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, se ha permitido que una bestia irracional, criminal e incluso salvaje se haya instalado en el corazón del continente. Demasiada tolerancia hacia los bárbaros y demasiado tarde quizá para encontrar soluciones a este problema.

Llegaron muchos inmigrantes con buenas intenciones, pero también llegaron seres mezquinos y enemigos de la democracia. En las mezquitas de Europa, como ocurría en Londres, París, Madrid y Roma, algunos imanes llamaban a la guerra santa impunemente y reclutaban a hombres y mujeres para la yihad, es decir, para hoy ejecutar los peores crímenes. Desde los púlpitos de las mezquitas se insuflaba el odio. Tal como hicieron los miembros de Hamás al exhibir con espantosa crueldad en Israel sus bárbaros métodos, hemos entendido muy bien en qué consiste su “guerra santa” contra los infieles. Es una obligación sagrada para ellos, una simple bestialidad para nosotros que merece nuestro total repudio y resistencia si es que no es demasiado tarde.