Columnistas

Cuando tome mis maletas

¿Llegará ese día?, las caravanas siguen saliendo del país que les ha dado la espalda, las estadísticas indican que aproximadamente 1,800 personas abandonan a Hondura que tanto amamos.

Y no es turismo el que se va a hacer, ni mucho menos, es irse con mochila al lomo, su gorra y su tenis para comenzar la travesía, apelmazados llevan los pocos dólares que pudieron conseguir para las semitas y el café en la ruta, para comprarse una botella de agua, dormir a la intemperie ya sea debajo de un árbol, un puente, en una banca de un parque o simplemente donde ya las fuerzas menguadas después de tanto caminar no dan más.

Las travesías no son de ahora, hace años, los hondureños empezamos a hacer maletas para marcharnos del terruño que nos vio nacer, muchos se marcharon como turista a la lejana España y lograron obtener estatus migratorio, muchos gozan de nacionalidad, otros también se fueron de turistas y llegaron a la tierra del tío Sam para realizar el “sueño americano” y se quedaron ilegales, muchos -aunque tienen años de vivir en la USA- no han obtenido papeles para legalizar su estatus, viven brincando de un estado a otro; se esconden, y así van pasando los años, siguen enviando sus remesas que sirven para darle mejor calidad de vida a los hijos, mujeres, madres y demás que dejaron aquí y que también desean marcharse para “vivir” con papá o mamá.

La migración ha ido dejando los poblados vacíos de mano de obra calificada, ya el arado se ve tirado a un lado de la pared de bahareque, las tierras labrantías se llenan de maleza, los otrora árboles frutales lucen casi fantasmagóricos; secos, sin hojas y desparramados, las viviendas lucen con techos caídos, portones derruidos, el humo que salía por la chimenea e incitaban a una taza de café con tortilla recién echada en el comal ya luce apagado, se marchó el que reparaba la tubería del agua entubada, los que medio reparaban los enseres domésticos, carpinteros, albañiles, tapiceros brillan por su ausencia, no se encuentran.

Hay pueblos en el sur del país donde encontrarás muchas mujeres abandonadas por sus maridos, hijos desamparados de la mano fuerte y protectora del hombre que ya no está, aquellos se marcharon con el coyote, las mujeres quedaron con la promesa de “voy a regresar”, “construiremos la casita”, “nada les faltará”, y no volvieron, algunos no llegaron nunca, los que llegaron se hicieron los desatendidos o empezaron nueva vida, en Honduras las candelitas a la “patrona” están encendidas por si llegasen a venir.

Y aunque la migración no es reciente, antaño escuchábamos que las personas se marchaban y regresaban para hacer cumplir sus sueños, otros se iban a estudiar o aprender la lengua de Shakespeare, pero al país lo fueron contaminando los políticos que empezaron a robarse el tesoro del erario público, ya las demandas de la población se iban relegando poco a poco, tan así que en la actualidad la anarquía y caos es lo que reina en nuestra patria.

La corrupción, la impunidad, el saqueo, las maras, las muertes violentas, el Estado fallido, la falta de oportunidades, la carestía de salud y educación, más los arlequines del circo provocan, inducen que las personas vayan a buscar donde el sol les brillará con sus rayos de justicia, mientras en Honduras las sombras de la corrupción a todo nivel nos provoca frío y nos hace meditar que si también tendremos que tomar nuestra maleta e irnos como los tantos miles que lo han hecho y seguirán haciendo; mientras, el político te da la patada y te dice: “que te vaya bien, manda remesas”.