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Bukele: el nuevo mesías latinoamericano

En El Salvador ganó sobrado las elecciones el presidente Nayib Bukele, pero país sigue en ruinas, quebrado y con altos índices de pobreza. Pese que su gobierno ha reducido los niveles de violencia e inseguridad con un régimen de excepción draconiano que ha llevado a la cárcel a más de 75,000 salvadoreños, acusados de vínculos con las pandillas y que han denunciado graves violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, en materia económica y de reducción de los índices de pobreza, el balance del gobierno es bastante crítico.

En criterio de la economista salvadoreña Tatiana Marroquín, “cuando se realiza una revisión de todas las dinámicas económicas de hace cuatro años, están iguales o peor, baja inversión extranjera, bajo crecimiento económico, una balanza comercial deficitaria. Dependemos más de compras del exterior que de lo producido aquí. La deuda externa ha alcanzado su máximo histórico, el 80.9% y se tiene que destinar cerca del 25% del presupuesto a pagarla”.

La tasa de pobreza es una de las más altas en América Latina, alcanzando el 28.4%. De los seis millones de salvadoreños, según la FAO más del 48% de la población sufre de inseguridad alimentaria. 1.8 millones de salvadoreños todavía viven en condiciones de pobreza extrema, sin acceso a las necesidades básicas como la alimentación. El presidente Bukele, en el mundo de la egolatría, el populismo y el mesianismo que se mueve, disminuyó el presupuesto en Educación, Salud y Obras Públicas de un 9.6% del PIB al 8.2%. En cambio, multiplicó el presupuesto para comunicaciones y prensa de la Presidencia para darle rienda suelta a su política populista.

Para la analista Bessy Ríos, “mejorar la economía seguirá siendo el gran lunar para el gobierno de Bukele en este nuevo mandato, aunque tiene controlada la violencia, el problema es que no ha logrado el despegue económico del país. Su apuesta para levantar la economía ha sido el turismo, pero los resultados no se han visto por ningún lado”. El Salvador es un país en ruinas y con altos niveles de pobreza, pero en medio de ese panorama económico tan crítico, el presidente Bukele funge como el gran mesías de la ultraderecha latinoamericana, la encarnación latinoamericana de Adolfo Hitler y con un ropaje del estilo autoritario del expresidente peruano Alberto Fujimori, en la década del noventa.

El presidente Bukele, según los cálculos electorales de su oficina, se declaró ganador de las elecciones con el 85% de los votos. En consecuencia, gobernará otros cinco años y lo más probable que como va se eternizará en el poder. Su partido Nuevas Ideas también lo declaró ganador de las elecciones parlamentarias en la Asamblea Nacional con 58 de los 60 diputados antes que el Tribunal Electoral entregara los resultados oficiales.

Todo indica que se consolida en el poder salvadoreño un nuevo Hitler latinoamericano con un libreto electoral similar y calcado de los estilos de los sátrapas africanos como Teodoro Obiang Nguema (Guinea Ecuatorial), Paul Biya (Camerún), Idriss Déby (Chad) y Isaías Afewerki (Eritrea). Igualmente, idéntico a los métodos electorales del sátrapa europeo de Aleksandr Lukashenko (Bielorrusia) y del asiático de Emomali Rahmon (Tayikistán). Finalmente, al mejor estilo de los dictadores latinoamericanos como su vecino el nicaragüenses Daniel Ortega y el venezolano de Nicolás Maduro.