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Abulia, incapacidad o picardía

Este artículo ha sido escrito con el hígado, trata de plantear una verdad, sin ofender los sentimientos de aquellos a quienes no les cae el guante.De retorno a las actividades normales, después de una semana de arena y sol, playa y bikinis, nos encontramos con el triste espectáculo de una Honduras que se resiste injustificadamente a incorporarse a las naciones de América que, desde hace muchos meses, sin excusas, reanudaron sus actividades académicas en todos los niveles.

Agotadas las justificaciones para no iniciar labores escolares, por la pandemia, las elecciones, el cambio de gobierno, etc., y habiéndose fijado el pasado 18 de abril como fin de una vacación extraordinaria para la gran mayoría del personal gubernamental, académico y estudiantil, nos encontramos con excusas inaceptables de muchos (no todos) dirigentes magisteriales, maestros y algunos padres de familia en el sentido que todo el retorno a clases ha sido organizado a la carrera, sin suficiente aviso y que las escuelas están sucias, con goteras, con muebles desvencijados, sin agua y las mil y una calamidades crónicas que a nadie sorprenden.

El aseo no requiere insumos caros, barrer aulas y arreglar pupitres se hace, si no hay escobas de fábrica, con escobas de chiribiscas como hacen en aldeas y pueblos; sacudir muebles y regresarlos al estado en que siempre estuvieron antes de la pandemia no representa sacrificio, acarrear agua para asear sanitarios se hace hasta en burro, esto si no hay algún padre que preste su chacharita para asear el hogar de día de sus hijos.

Mascarillas se hacen a mano, de tela doble de algodón, de viejas camisetas; las láminas quebradas se apartan cuando son peligro de caer sobre los menores, muy pocas municipalidades no poseen material suficiente, gratis para esos fines de interés comunal.

En tiempos pasados, los maestros de cualquier comunidad se constituían en verdaderos dirigentes comunales. Junto con el cura, el alcalde y la autoridad militar o policial formaban el cuarteto de mandamases, dirigían al pueblo, funcionaban. Por eso, es urgente devolver a las municipalidades ese control y administración de sus centros educativos y no estar esperando que una burocracia central abúlica y desinteresada se acuerde que ellas.

La Secretaría de Educación debe dedicarse a generar políticas nacionales de educación y centralización de estadísticas; y velar por estructurar un sistema que eleve el nivel competitivo de nuestra juventud.

Da rabia y tristeza, mezcla de sentimientos que la formación escolar de toda una generación se trate con la misma abulia, incapacidad, falta de creatividad, voluntad y amor por la patria y su niñez. Va el respeto y agradecimiento a todos aquellos mentores, apóstoles de la enseñanza que, en los lugares más remotos, hasta en campo abierto, debajo de las sombras protectoras de árboles, han continuado ejerciendo su loable labor educativa.

Para aquellos otros escudados en picardías y escusas baladíes, nuestro repudio y desprecio.