Columnistas

El periodismo se mira en el espejo

Sucede cada mayo. La noticia deja un espacito de su protagonismo para fijarse en quien la busca, la cuida, la moldea y le da su efímera vida: el periodista. Este oficio de letras y palabras del que siempre se dice algo bueno o malo, por eso es perseguido por los poderes para usarlo, interrumpirlo o destruirlo.

Y por estas fechas felicitadas se revisa la situación de la prensa y los periodistas, para descubrir inútilmente que los riesgos por tratar de decir la verdad o por el atrevimiento de disentir son inconmensurables, pueden venir desde el gobierno o de los grupos criminales comunes; van desde lo básico de la censura, el despido laboral, la asfixia económica, las acusaciones en los tribunales, las amenazas, y en el peor de los casos, el asesinato. Hay señales terribles como la impunidad por la muerte de comunicadores o el cierre de medios de comunicación.

También se juzga por estos días la calidad de los periodistas. Desde luego hace falta bastante para recuperar la intelectualidad de la profesión, regresar a los libros, al entusiasmo por el conocimiento, al manejo indubitable del idioma; y sería todo un detalle que así como se sabe de fútbol y otros deportes, también se conocieran las ciencias y las artes. Pero la prensa es el reflejo de la sociedad que representa, de alguna manera hay que elevar también el nivel cultural de la población.

La corrupción en el periodismo también es un tema recurrente, y quizás en más utilizado para descalificar a cualquiera. Naturalmente no es exclusivo de la profesión; hay abogados corruptos, y médicos, e ingenieros, y un montón más, pero la exposición pública de los periodistas quizás permite que especialmente se note. No hay ninguna excusa aceptable para la corrupción, aunque se enmarque en una sociedad con los valores invertidos o en la que las posibilidades de subsistencia son limitadas, sin salario o sueldos exiguos que mantienen al comunicador en el límite de la pobreza.

La prensa merece más atención académica, más estudio como fenómeno de masas, por lo que significa en una sociedad, sobre todo como la hondureña, siempre precaria y desvalida. Como decía el comunicólogo canadiense Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”, es decir, los medios de comunicación transforman al ser humano; no este artículo ni las noticias de las otras páginas, sino el medio en sí, es capaz de cambiar los gustos, los placeres, los pensamientos y las actitudes, o sea, que se podría modificar el funcionamiento de las relaciones entre personas, su entorno y sus actividades hacia el desarrollo de la nación. ¿Quién haría esto por Honduras? ¡Ni idea!

Mientras tanto, los periodistas seguirán insistentemente funcionando como herramientas de trabajo para los políticos. Es una relación curiosa de desprecio-necesidad, porque cuando los que aspiran y suspiran por los puestos públicos quieren promoverse, llaman, buscan, persiguen y atosigan a los reporteros para que los entrevisten y les publiquen su mejor lado; pero cuando ya están en los cargos no les gusta que los llamen, busquen, persigan y atosiguen con preguntas incómodas sobre el dinero público.

Algunos se endiosan y se rodean de escoltas y carros blindados para hacerse los interesantes, en el fondo siguen siendo los mismos activistas de hace poco, con mejores posibilidades.

Llegará el rato en que todos nos sentemos a discutir el enrutamiento de nuestro país, convocados por la crisis y el inminente colapso. Aquí el periodismo se mirará al espejo para comprender el compromiso que tiene de transformarse a sí mismo y a la sociedad que reclama, como lo han mencionado por estas fechas. Sucede cada mayo.

*Periodista