Columnistas

Un gobierno de categoría 5

Una catástrofe humanitaria había dejado el ciclón Eta, y una semana después, cayó un huracán más devastador: Iota, mismo que entró con toda su fuerza sin dejar en pie ninguna esperanza de recuperación en zonas que mantienen la economía del resto del país. Se trata también de sectores que históricamente han sido abandonados durante años por los gobiernos que han rematado con una inoperancia escandalosa y una corrupción paralizante sobre las espaldas de los hondureños, quienes ya han sobrellevado un año difícil con la pandemia, más una desaparición absoluta del Gobierno que se lo tragó el fango de sus propias actuaciones, frente a cualquier crisis que suceda en este país, el cual, hoy ya es una isla de lodo cruzado por las lagunas de la naturaleza y mentales de un Estado solitario y vacío.Honduras tuvo que salvarse con la solidaridad de mano en mano de su propio pueblo, nunca de los 'funcionarios' que solo sirven para ver por la televisión a familias enteras durmiendo en los techos de sus casas, esperando en vano el rescate que nunca llegó. Parece que la corriente del agua hundió y arrastró hacia la miseria humana a las autoridades, donde nadan con los tiburones de la torpeza institucional que no solo ignoró a las víctimas, sino que obstruyó con politización y burocratización las ayudas internacionales, donaciones de personas y organizaciones de Estados Unidos y España, mismas que por las acciones arbitrarias del Gobierno y las políticas de atención a los damnificados, explotaron con enormes trabas y requisitos que fueron notificados, de manera oficial, por las autoridades estatales, a través de la Agencia de Regulación Sanitaria, quien obliga a llenar formularios, documentos que acrediten en qué condición los donantes están actuando, facturas de los productos, carta de aceptación de la institución beneficiaria, carta que indique en donde serán distribuidos los productos, nombre de la abuela del gerente que representa las donaciones, y en caso de no existir, una acta de defunción firmada por ella misma antes de morir.Sin embargo, toda esta documentación no se pidió para la 'compra' de los hospitales móviles que aún no se sabe en dónde están, al igual que los cientos de desaparecidos, muertos y miles de personas damnificadas durmiendo sobre el frío discurso oficial de este drama que arrastra la misma historia que el huracán Mitch en 1998 y del huracán Fifí de 1974. Las mismas caretas de incompetencia y corrupción representan esas tormentas que aún no escampan en el país, ni hoy en día con tanta tecnología y equipo sofisticado que el Comité Permanente de Contingencias ha adquirido alrededor de tanta catástrofe natural, esa que de alguna manera se entiende. Lo que no se comprende es el desastre de dicha institución, inundada de escándalos por corrupción, en el sombrío manejo de recursos que en los nueve meses de emergencia ha estado Honduras por una enfermedad que rima con incapacidad, como si fuese un triste reguetón con esa pachorra de categoría 5 que difícilmente bajará al nivel del agua, cuando esta llegue a su cauce natural. Lo que quedará serán los restos de un nuevo desastre de mortalidad archivado en la historia.Mientras tanto, el diputado nacionalista, Jaime Enrique Villegas, ya lanzó el 'salvavidas' en plena turbulencia, además de plantear que debido a las condiciones en las que se encuentra el país, se deberían de posponer las elecciones un año y nombrar un 'triunvirato' con representantes de las tres fuerzas políticas mayoritarias, ¡por supuesto!, si Juan Orlando quiere. Por otro lado, en Guatemala renuncia el vicepresidente y pidió al presidente Alejandro Giammattei para que también lo haga por 'el bien del país', tras aprobarse en el presupuesto del 2021, mismo que solo genera endeudamiento y rechazo entre los guatemaltecos. Media hora después, arde Guatemala y nosotros aún seguimos con el agua al cuello en esta desgracia de categoría 5.