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Relato de un naufragio

No quisiera, querido lector, repetirle que nada ni nadie estaba preparado para lo que se está viviendo en el inicio de los años veinte. Ya lo habrá leído y escuchado incontables veces. Así que solo le diré que no se deje llevar por la inmediatez de las soluciones. Una las principales características de la era que se vive es que pretende que todo sea inmediato, por ello tanta desesperación por tener nuestro “mundo normal” de vuelta. Ya. O hacer que se parezca lo más posible. Estamos actuando como si no hubiera un mañana.

El tema de la educación, por ejemplo, es uno de los más engañosos. Está aparentemente solucionado con la virtualidad y ese es un peligro de dimensiones catastróficas. La educación a distancia y en este caso específico la educación virtual a distancia se ha planteado desde sus inicios como uno de los pasos más inclusivos que ha dado la educación. Ha sido la oportunidad para tantas personas que por diversas razones no podían asistir a clases de manera presencial y estoy seguro de que ha dado excelentes profesionales en todos sus procesos. Sin embargo, en la actualidad, paradójicamente se ha convertido en excluyente.

Pero ¿cómo es posible que lo que ha sido incluyente desde su origen sea ahora motivo de exclusión? Porque se pensó para que un sector muy específico y con unas funciones concretas no para todo un sistema educativo. Cuando hacemos que todo se virtualice se deja por fuera a los que no tienen acceso a internet, acceso a un dispositivo adecuado, a una radio o a un televisor, pero sobre todo, a los que carecen de las competencias necesarias para tener un aprovechamiento correcto de la educación a través de esta modalidad. Sí, puede que sean una minoría, tal vez una no muy pequeña, pero estamos en el siglo XXI, el del respeto a la minorías.

Se puede decir que los que pueden no tienen la culpa de que otros no puedan, y desde un punto de vista lógico es cierto, pero no deja de ser cierto que los otros que no pueden irán luego en desventaja. ¿Cómo es que me atrevo a hablar de ventaja? Bueno, es que vivimos en un mundo diseñado para competir, aunque nos digan que no solamente porque no es políticamente correcto.

Tampoco los docentes, ni los administradores académicos, ni los padres de familia saben muy bien cómo llegar a la otra orilla sin naufragar. Hay aspectos tan sencillos como la disciplina que implica una modalidad virtualizada que pueden hacer que este año sea uno más perdido para muchos estudiantes. Y esperaría por el bien de Honduras que, si ha sido perdido para algunos, no se los promueva a un grado o curso superior.

El proceso de virtualización debe pensarse con mucha serenidad para que, a pesar de la modalidad, no se pierda la calidad educativa y como decía al principio, la pandemia no nos ha dado tiempo para pensar siquiera si era conveniente, mucho menos para montar un sistema que asegure la calidad y la inclusión.

En Honduras ya tenemos un sistema educativo a todos niveles muy dañado. Y me refiero a sistema con acciones y actitudes recurrentes como dejar que niños y jóvenes “pasen” al siguiente grado sin haber adquirido las competencias necesarias o simplemente cumplir con unos temas y un currículo. En otras palabra se ha perdido el rigor del conocimiento. Ojalá que esta exclusión y cambio abrupto en la modalidad no signifique otro descenso en la calidad educativa: un naufragio