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Los corruptos ganaron la batalla

Pasan maquinando para hacerle trampa al Estado, son hábiles para mentir y fingir inocencia, se muestran patriotas y defensores del Estado de derecho, son peligrosos, tienen poder, el que usan para su propio provecho, hacen daño, pero le hacen creer al pueblo, con cinismo, que se preparan para crear un sistema ejemplarizante de combate a la corrupción; el cual será, a su juicio, un sistema original. En la práctica, después de darle el tiro de gracia a la Maccih, se preparan para terminar con la Ufecic, terminando con todo lo que en el camino se les atraviese, y de esa manera, dejar la vía expedita para más impunidad. Se está en una coyuntura compleja, un gobierno donde reina el principio de que “el Estado soy yo”, un partido político que actúa en conspiración para mantenerse en el poder, un sistema político que considera más importante la lucha por la distribución de cargos públicos y privilegios que la lucha por el adecentamiento de la función pública.

¡Nos engañaron! Dijeron que el gobierno buscaba crear un “sistema robusto” contra la corrupción. Mientras tanto, la población hondureña, en su mayoría, creía que se modificaría el contenido del convenio de la Maccih, para disminuir o tergiversar su contenido, lo cual tendría, de acuerdo a la legislación hondureña, que ir al Congreso Nacional para su aprobación y, dado que el órgano legislativo ya se había pronunciado recomendando su anulación, no era difícil deducir que el organismo en cuestión tenía sus días contados. Una salida de esa naturaleza implicaba que JOH saldría bien librado. Al final, la responsabilidad histórica de impedir la presencia del organismo contra la corrupción recae en el presidente de la nación, Juan Orlando Hernández, quien tuvo que reconocer, que, en esencia, él era el que tejía todos los hilos de la intriga para deshacerse de la Maccih.

Distintos sectores de la sociedad hondureña se han dado cuenta que la falta de transparencia e impunidad en el manejo de los recursos estatales es un pesado lastre en contra de los intereses nacionales y no permite el desarrollo de la actividad económica y social. Por su parte, la comunidad internacional ha tomado conciencia que resulta un absurdo ayudar a gobiernos corruptos con fondos provenientes de las contribuciones de sus sociedades para que vayan a engrosar la bolsa de particulares.

Claro, no podemos ser tan ingenuos en creer que desde la cooperación internacional un problema histórico con el cual nació la república pueda resolverse, no obstante, es necesario reconocer los avances que se habían tenido en los procesos de investigación, judialización y condena en muchos casos de corrupción, el mismo hecho de haber puesto en evidencia actos de saqueo de los recursos públicos, sobre todo, sacando a luz pública las actuaciones de diputados en el seno de la cámara legislativa, es un avance.

Un hecho como lo ocurrido, al haber renunciado al papel que la Maccih venía realizando, tendrá repercusiones en el despertar de la conciencia nacional, por lo cual, en algún momento de la historia patria se abrirán espacios para una verdadera transformación de la sociedad.