Columnistas

El gobierno chino reprime

anto en el extremo noroeste, Xinjiang, como en la costa del mar de China Oriental la población local está sometida a políticas de internamiento masivo, espionaje y represión.

La primera región, poblada mayoritariamente por musulmanes, rica en recursos naturales y punto estratégico en la llamada Ruta de la Seda, se han creado campos de concentración, eufemísticamente llamados reeducativos, en que miles de habitantes permanecen, indefinidamente, alejados de sus familias, acusados de terrorismo y separatismo como respuesta a la aspiración por una efectiva autonomía local respecto al poder central.

Paralelamente, Beijing envía millones de chinos de la etnia Ham a Xinjiang para que los musulmanes, de origen turcomano, pasen a ser minoría étnica.

En Hong Kong, excolonia inglesa, ahora reintegrada a la soberanía china, con autonomía parcial política y jurídica, ocurren protestas masivas iniciadas en junio y continuadas hasta el presente, protestando inicialmente en contra de la iniciativa gubernamental de extraditar a China a personas acusadas de conductas delictivas.

Pese a que este proyecto fue engavetado, sus habitantes demandan mayor grado de libertades democráticas, liberación de los miles de arrestados, elecciones directas para escoger sus legisladores y la autoridad ejecutiva local, y la investigación independiente del brutal actuar represivo policial en contra de los manifestantes, exigencias rechazadas por Beijing que, como respuesta, intensifica la violencia policial.

Taiwán y su pueblo observan cómo en la práctica se aplica el principio de “un país, dos sistemas”, tal como es aplicado en Hong Kong y ofrecido por Beijing a Taiwán para su incorporación a China, nación que nunca ha ejercido dominio y soberanía sobre la isla anteriormente conocida como Formosa, que practica un sistema político plural sometido al escrutinio ciudadano y a la rendición de cuentas.

De hecho, para el 2019 Taiwán se ha posicionado como el tercer país más democrático en Asia y el 32 en el mundo.

Las posibilidades de reelección de la actual presidenta, Tsai Ing-wen, crecen y las del candidato opositor, del partido Kuomingtan, cuyo objetivo eventual es la incorporación a China, decrecen a medida que las y los taiwaneses confirman su deseo de vivir en paz, democracia, independencia, con desarrollo humano y económico compartidos.