Columnistas

Cuenta regresiva

En las tertulias con café que compartíamos hace varios años con personajes del periodismo y la política, escuchamos historias de todo calado, muchas para oírlas en silencio y luego olvidar.

Convidado a este ameno intercambio siendo joven e inexperto, recuerdo bien los testimonios de un sinfín de protagonistas y comparsas en episodios más y menos gloriosos de la historia nacional. Entre tantos siempre recordaré un día en que un contertulio ocasional, ducho en asuntos de seguridad, mencionó en voz baja la influencia local de un traficante de drogas a gran escala al que denominó como “El Innombrable”. Con aire misterioso, el compañero de mesa habló de las múltiples ocasiones en que éste ingresó sin intermediarios a los edificios de los tres poderes del Estado, en distintas administraciones, confiado en que sus peticiones serían atendidas diligentemente.

“Nadie se le niega y tiene gente que le complace por doquier”, nos explicó con gravedad. Meses después el alias con que se conocía a aquel “Innombrable” apareció fugazmente en una de las páginas interiores de un diario de la costa norte, al sobrevivir a un atentado. A pesar de haber ocurrido a plena luz del día y en un lugar de numerosa concurrencia, la noticia no tuvo seguimiento alguno ni en ese ni en otro medio de comunicación.

Nadie supo, nadie sabía nada del destinatario. No debía nombrarse al “Innombrable”, aunque fuera de proporciones paquidérmicas y apenas cupiera en la recámara. El sigilo de aquel infidente amigo de cafés tenía eco en el secretismo de una prensa que solo cesó cuando el temido personaje enfrentó su propia cuenta regresiva y fue asesinado años después.

Es muy probable que quienes atendieron con diligencia sus peticiones respiraron aliviados pues es bien sabido que los elefantes tienen muy buena memoria.

En las comunidades de tierra adentro también tienen singular retentiva. Todo mundo se conoce y sabe la historia familiar de cada uno de sus miembros: simpatías políticas, creencias religiosas, enemistades, compadrazgos e infidelidades.

Se sabe quién nació con fortuna y quién no, por eso cuando una repentina e inexplicable prosperidad bendijo a varios de los suyos hace más de una década, se multiplicaron cejas arqueadas y cuchicheos. En algunas zonas del país caudillos tradicionales acrecentaron su influencia gracias a esa “suerte”, mientras otros enfrentaban amenazantes nuevos adversarios con inacabables recursos, logística y aliados.

A la vista de todos competían galantes por el poder, consolidando o reconfigurando simpatías partidarias, incrementándose los rumores de la influencia del crimen organizado y sus redes en esos éxitos. Era una copia a calco de lo ocurrido en otros estados y en todos había sido una bomba de tiempo de implacable tictac.