Columnistas

Aquí nadie se prestigia ni desprestigia

Hace muchos años en el desaparecido Jardín de Italia un reconocido abogado fue visto introduciendo una rosquilla olanchana en su taza de café y alguien le dijo: “Abogado, ¿usted haciendo eso?” y él respondió sin inmutarse: “En este país no se prestigia ni desprestigia nadie”.

La frase se hizo famosa en aquel tiempo, cuando cuidábamos nuestra educación, presentación y hábitos.

Nadie nunca dijo con tanta claridad ese comportamiento de nuestro diario vivir, público o privado, que perdura sin disminuir su significado por faltos de estudios y sin importarnos tener o no reconocimiento alguno.

Prestigio: celebridad, crédito, honra, ascendiente, autoridad, fama, reputación, renombre, realce, consideración, respeto, acreditar, ennoblecer, honrar, realzar.

Desprestigio: descrédito, descalificación, desdoro, deslustre, deshonra y todos los antónimos de prestigio. Siempre me he negado a aceptar que somos lo que somos porque somos como somos. Mi amigo Hugo decía que éramos un país de salvajes porque hacemos todo como los pueblos más atrasados, con ignorancia extrema y costumbres fuera de lugar y tiempo. Los que mandan, los que creen que mandan y los que no mandan ni demandan nada, tienen a Honduras avasallada, sometida a obediencia porque nos caracterizamos por observar, comentar y aceptar lo que hacen y dicen los que nunca han hecho nada por el país y jamás nos dicen la verdad. Así son nuestros dirigentes. Haga una revisión crítica de las mayores obradas y encontrará nepotismo, corrupción multicolor, sobrevaloraciones, mala calidad y cantidad de material con personal supernumerario no capacitado, costos elevadísimos irreales, tiempos de ejecución y entrega son fiasco oficial, con enredadas explicaciones para justificar lo injustificable.

Eso sí, no faltan las placas conmemorativas con el nombre propio de los descalificados que quieren a huevos y candela significarse en la historia, esa que dijo el poeta que puede escribirse en una lágrima. Verdad que duele.

Los contratos y licitaciones están repletos de corrupción firmada por repitentes conocidos por su doloso desprestigio. Nada se cumple en tiempo y forma, nunca hay culpables porque son honorables delincuentes que gozan de la aceptación y beneplácito de las meras poporoilas que parten y reparten quedándose con la mejor parte. Desprestigio harto conocido en Honduras sin que ninguna celebridad de funcionario, abogado o ciudadano común proteste o actúe legalmente. Gajes del desprestigio. Es fácil comprobar qué tenía, qué tiene y cómo hizo para tener lo que tiene.

Hay pruebas, lo que no hay son huevos.

En política partidaria, los grandes y viejos no aprendieron, pero enseñan a los faltos de inteligencia a ser pendencieros, enemigos acérrimos, anacrónicos y sectarios. La corrupción los une.

No tenemos líderes con visión ni misión, solo con afición por el poder mismo. Ninguno se prestigió por haber sido antes y ser ahora un orientador, que ejerce dominación apoyándose en demostradas cualidades. Ninguna hoja de vida los garantiza. Dan pena.

Están obligados a dialogar para cercenar el trasnochado patrioterismo, el permanente raterismo y el vulgar anacronismo para recuperar mediante consenso una patria como la hemos soñado los que en verdad la necesitamos. Pero están en la jugarreta que los entretiene, se sientan, retiran, regresan, condicionan y enredan para rectorar su fracaso. El descrédito los acredita porque en Honduras nadie se prestigia ni desprestigia.