Columnistas

Otra forma de celebrarle a la patria

Cuando el amor a la patria se diluye en un mar de intereses económicos y políticos personales y de grupo, perdiendo el sentido de lo colectivo, de lo nacional y de lo que es de todos, los actos que le rinden tributo se vuelven vacíos y con el tiempo se convierten en actos grotescos.

Las celebraciones del 15 de septiembre, surgidas con generosa intención como un tributo a los esfuerzos de los que se batieron en noble cruzada por la independencia y la unión centroamericana, tenían y siguen teniendo validez, a pesar de que hoy surjan voces que se preguntan acerca de la existencia de la independencia, recojo el pensamiento de José Martí, cuando dijo -aun cuando Cuba no estaba constituida como República: “El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!” El hecho de que existamos como nación y que eso nos ubique en el concierto del resto de los países como una unidad que le da sentido a la sociedad es razón suficiente para rendirle tributo a los que lucharon por la constitución de una nación fuerte, aunque su ideal, en el sentido que ellos lo soñaron, se torciera en el camino. Hoy, gracias a esos que lucharon, podemos hablar de nosotros mismos como originarios de un país llamado Honduras.

Es sorprendente que antes, durante y después de la celebración de las fiestas del 15 de septiembre, al abrir y ver los medios de comunicación del país, sus titulares abundan sobre el llamado civismo con que se celebraron dichas fiestas y cuando se ve la información en detalle, la mayoría se refiere a la presencia de encantadoras señoritas con expresivas sonrisas, bastones en mano, vistiendo ropa ligera, moviéndose al compás de bandas sonoras para que, como dice la información, hagan suspirar a más de algún espectador de los actos públicos.

Llama la atención que en los desfiles del 15 de septiembre la participación de algunos colegios privados que en el pasado eran objeto de admiración del público, ya no se ve en los desfiles, sin pretender dar nombres, esto muestra una corriente discriminatoria donde la participación es referida a las instituciones educativas de clase media baja y media alta.

También hay que señalar que es inexistente la participación en los desfiles de los centros educativos mejor punteados en los exámenes que practica la UNAH para el ingreso a la misma. Es probable que esto sea resultado de que algunos padres de familia ven los preparativos de este tipo de eventos como una pérdida de tiempo para sus hijos.

Con lo ocurrido en los desfiles, el oficial y el de la oposición, con los gases lacrimógenos y la música que no estaban en agenda, se demuestra la poca capacidad de hacer de estos actos una demostración de unidad y representación de toda la sociedad, pero, además, la poca autoridad que se tiene en las esferas gubernamentales, principalmente en la Secretaría de Educación, donde se ha perdido la capacidad de imponer orden en actos como el celebrado.

Mas allá de lo señalado, urge replantearse otra forma de rendirle culto a la patria y no a través de estas prácticas que ya parecen agotadas y sin el sentido formativo para los miles de jóvenes que participan.

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