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Agosto, mes del matrimonio y la familia

La Conferencia Episcopal de Honduras (CEH) desde hace varios años determinó que el octavo mes del año civil sea dedicado al matrimonio y la familia, entendido como una ocasión para meditar sobre el rol de la institución primigenia de la sociedad y para tomar acciones que la consoliden como unidad básica del tejido social. El matrimonio no es, para un cristiano, una simple institución social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural. El papa Francisco en su exhortación apostólica postsinodal “La alegría del amor” (Amoris Laetitia), sobre el “Amor en la familia” (publicada en el mes de abril de 2016) nos ha dejado palabras hermosas a recordar sobre el matrimonio y la familia que cada cristiano debe tener presente en su hogar y hacerlas parte de su vida. En ella, el Santo Padre señala: “La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia. A pesar de las numerosas señales de crisis del matrimonio, el deseo de la familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia”. La familia es una institución creada por Dios, es el núcleo básico de la sociedad. Por lo tanto, como va el hogar, va la sociedad. En diversas ocasiones se ha mencionado que la familia es el núcleo de la sociedad, definición que para muchos es la más exacta e idónea para clarificar no solo lo que es la familia, sino su importancia dentro de la comunidad. Para ciertas personas, la familia puede ser considerada perfectamente como un ente vivo. Incluso se dice que la familia es como una célula dentro de un organismo mayor, que es la sociedad. Por lo mismo, al ser considerada como una célula, esta debe ser cuidada. Y esta célula contiene un núcleo, que son los padres. Por lo mismo es que la relación que mantengan los dos padres entre ellos será crucial para la sobrevivencia de la familia. Está claro que cualquier quiebre matrimonial perjudica enormemente la relación de la familia. Esta, en pocas palabras, se quiebra, ya no seguirá siendo la misma. Pero la obligación de aquellos padres separados no termina con su ruptura. Su amor y cuidado, asimismo como la formación de los hijos, no termina ahí, ya que ellos continuarán necesitando de ambos para transformarse en personas integrales, prioridad número uno de todos los padres de familia para con sus hijos. Es en la familia donde el ser humano aprenderá lo que son los afectos y valores. De qué manera hay que manejarlos y qué es lo correcto a realizar y lo que no. La formación en valores familiares es irremplazable. Aquello no lo aprenderá en el colegio o la universidad, solo en su familia. Núcleo de amor, afecto y comprensión. Al igual que escuela primordial de los valores y virtudes a seguir.

Es en la familia donde se nos enseñan nuestras primeras lecciones de interacción social, así como los principios de urbanidad y las normas de cortesía fundamentales, se nos instruye para decir “por favor” y “gracias”, hasta expresar amor y respeto por los seres humanos. En este contexto, recibimos los fundamentos morales necesarios para distinguir lo correcto de lo incorrecto. Sin embargo, la mayoría de las lecciones más importantes, las que tienen más influencia sobre nuestro desarrollo, se absorben inconscientemente de la convivencia espontánea con nuestros seres queridos. Los especialistas en psicología dividen las familias en dos grandes tipos: Las funcionales, que son aquellas en las que sus miembros se muestran seguros acerca de quiénes son, tienen una autoimagen positiva y se comunican libremente; y las disfuncionales, que se componen de personas habitualmente autolimitadas, cuyas personalidades parecen inhibidas, empequeñecidas o subdesarrolladas. En estas familias, la comunicación suele ser deficiente, inexistente o se expresa mediante comportamientos destructivos o incluso violentos. También es cierto que una familia puede ser funcional o disfuncional en diversos grados.

Podría decirse con certeza que la familia es para el hombre algo totalmente necesario y, por ende, se asume que es la forma que mejor permite al ser humano desenvolverse en la sociedad, puesto que entrega los valores, el apoyo y el cariño, básicos para toda persona. El vivir en familia es algo que se tiene completamente asumido; nadie nos pregunta al nacer si lo deseamos o no, sino que simplemente es algo impuesto. En el texto de Jean-Jacques Rousseau, “Del contrato social”, el autor se refiere a la familia como el primer modelo de sociedad política, y primera instancia en que el hombre enajena su libertad, aunque por utilidad propia. Tipos de familias: familia nuclear, padres e hijos (si los hay); también se conoce como “círculo familiar”; familia extensa, además de la familia nuclear, incluye a los abuelos, tíos, primos y otros parientes, sean consanguíneos o afines; familia monoparental, en la que el hijo o hijos vive(n) slo con uno de los padres; familia homoparental, en la que el hijo o hijos vive(n) con una pareja homosexual en la cual uno de los cónyuges es su tutor legal; otros tipos de familias, aquellas conformadas únicamente por hermanos, por amigos (donde el sentido de la palabra “familia” no tiene que ver con un parentesco de consanguinidad, sino sobre todo con sentimientos como la convivencia, la solidaridad y otros), etcétera, quienes viven juntos en el mismo espacio por un tiempo considerable. Vivamos este mes de una manera muy especial, acompañándonos, escuchándonos, animándonos, elogiando las buenas acciones y actitudes de los miembros que conforman nuestra propia familia