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El RNP y las fallas de origen

Es que desde que empezaron lo hicieron mal: dejar el Registro Nacional de las Personas en manos de políticos fue un desastre; lo convirtieron en herramienta electoral, lo viciaron, envilecieron, corrompieron, asfixiaron. Y si ahora con la intervención pretenden mantener la manipulación y el control partidista, qué les puedo decir que ustedes no intuyan.

Quizás fue el ambiente politizado, cuando se creó el RNP a finales de los ochenta, que hizo la repartición política del nuevo organismo y lo condenó. Veníamos de regímenes militares deplorables y los partidos políticos aparecían como el nacimiento de una nueva esperanza democrática. En 1984 fundaron la institución, pero dependiente del Tribunal Nacional de Elecciones, ¿entonces?

Hay un larguísimo antes: allá por 1880, el presidente Marco Aurelio Soto, en un país destrozado por la guerra civil y enzarzado por el odio, la maldad y la muerte, logra la aprobación de una nueva Carta Magna, que incluía un novedoso Registro Civil, el primero; y aunque no viene al caso, pero para ambientar, lo que a muchos no gustó (y no gusta ahora) ordenó secularizar los cementerios, la supresión de las órdenes religiosas, las primicias, cofradías, diezmos y votos eclesiásticos.

El asunto es que por más de 120 años todos los nacimientos, matrimonios, uniones de hecho, adopciones, divorcios, naturalizaciones, reposiciones y defunciones se inscribían en el Registro Civil, que pertenecía a cada alcaldía municipal; allí un secretario lo anotaba con letra remilgada en un libro gordo enumerado y era un incordio ir a pedir una copia textual.

Tampoco es que ahora sea pan comido, ya sabemos, empieza con problemas para estacionarse, lidiar con la necedad de los tramitadores que bullen por todos lados, tratar con empleados que no intentan ser amables todos los días, encontrar la ventanilla para las actas de nacimiento, no hay material plástico para la cédula de identidad, quién entrega el certificado de defunción, y si el problema ya requiere un trámite extra, un análisis jurídico, o algo así, ni hablar.

La actitud de algunos empleados le da mala fama al RNP, como reservorio de los partidos políticos, algunos trampean, falsean, corrompen. No se trata solo del personal viciado, naturalmente hay buenos trabajadores; eso sí, al menos sus más de mil cuatrocientos tienen un salario para salvar a su familia, de lo contrario tendrían que buscarse la vida o abultar los niveles de desempleo y pobreza.

Durante el Imperio Romano se instituyó un organismo para registrar a los soldados, lo mismo hicieron otras autocracias y, más tarde, con la expansión del catolicismo en la Edad Media, se abrieron procesos registrales de bautizos en iglesias y monasterios; hasta que la Francia de Luis XVI, bajo presión popular, tuvo que apelar a la laicidad, crear el registro civil y darle validez jurídica, para diferenciarlo del militar y el religioso. Varios siglos después, los políticos descubrieron que era una mina.

Si recordamos que tener una nacionalidad es el numeral 15 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que el RNP es el encargado de garantizarnos eso, si pensamos que cada trámite legal que hacemos precisa la cédula de identidad, si consideramos que nuestra existencia social o nuestra inexistencia en el mundo se inscriben en esta institución, entonces valoraremos que ese organismo va más allá de una copia del padrón electoral.

Por eso y más, esperamos que esta intervención del RNP consiga el suficiente influjo de la sociedad civil y la comunidad internacional (penosamente hay que acudir a ella) para expulsar la avaricia y la indecencia política.