Columnistas

Circula una percepción: la lucha anticorrupción está perdida. Que un imputado es preso para justificar la judicatura, mientras otros muchos quedan en la impunidad. Que unos son encerrados por delitos bagatelas mientras que a autores intelectuales y materiales de ilícitos de gran impacto económico y moral son liberados para encubrir, aquí si es aplicable el concepto, el delito cometido. Se dice que solo los pobres sin defensa privada son condenados. Que el cuello blanco es respetado y que a pesar de tanto esfuerzo nacional y extranjero, el “puñal de oro” siempre será besado. Lo anterior comienza a conformarse como eso, percepción. Ya se construye otra realidad. En lo referente a la aplicación de justicia, la percepción no es la realidad. En el caso Pandora, como en cualquier otro, pueden cometerse errores, tanto por parte de los acusadores como de los defensores. Lo importante es buscar la verdad que sea conocida. El delito se perfeccionó, el saqueo de tantos millones quedó establecido. El cambio del tipo penal no lo desvanece. El desenlace inicial ha constituido una manifestación de poder real. Por montos mucho menores y delitos con pena mínima, hay presos. Que sean enjuiciados en libertad es lo que procede, no se cuestiona. Pero la mayor manifestación de poder vista en este caso, radica en el ejercicio del poder abstracto, como sería calificado por H. Morgentheu. El hacer creer lo que el poder quiere que se crea es el punto culmen de esta acción del poder. Existe una campaña abierta de descalificación de la Ufecic. Sin reparos. No importa. Digan lo que digan, la Ufecic está haciendo su trabajo. Harán que prevalezca la verdad, lo que nos interesa. Que los inocentes sean libres y los culpables no. Justicia. El fiscal Aldo Javier Santos y el equipo bajo su dirección, cumplen. Los respaldamos. Que no quisiéramos ver a nadie preso, es cierto. Pero si fallaron, tienen que pagar. Solo así se revertirá y disuadirá la corrupción, la peor cantera para la miseria.