Columnistas

El obligado tributado

Parece que a quienes copiaron el modelo ecuatoriano de recaudación de impuestos y luego trajeron a Honduras les ha gustado una nueva expresión para referirse al sujeto de cobro de impuestos: obligado tributario. La directora de la SAR la repite una y otra vez, desmedida y satisfecha. Impositiva. Taxativa. Peyorativa. Se le ve hablar en diversos foros y medios de comunicación escupiendo el término con propiedad, sin temor y sobre todo sin vergüenza alguna.

Hay que pagar impuestos, obligatoriamente. Pero cuando hablamos de una pertinaz lluvia de cargas tributarias por rentas y ventas, sobreimpuestos, tasas, contribuciones, deducciones, impuestos indirectos, etc., uno se pregunta: ¿Dónde está invertido MI DINERO? Porque, aunque se entrega de manera impositiva y coercitiva no significa que debemos olvidarnos para qué fue requerido con tanta zarpa.

En respuesta a la directora de la SAR, nosotros también hemos acuñado una expresión para contraponerla a la de su preferencia y que define a quien administra los fondos del público: obligado tributado, o sea aquel que recibe tributos y está obligado a administrarlos correctamente. Partiendo de esto, si el obligado tributario debe dar cuentas, el obligado tributado también. Si el obligado tributario debe ser investigado, el obligado tributado también debe ser investigado. Si el obligado tributario puede ir a la cárcel por incumplimiento de sus obligaciones, el obligado tributado también debe ir a la cárcel por incumplimiento de sus obligaciones financieras cuando utiliza mal el dinero del público.

A modo de ejemplo, hace un tiempo señalé que el gobierno norteamericano no le tiene miedo a casi nada... No le tiene temor a enemigos internos o foráneos, a extremistas, terroristas o a locos gobernantes. No teme a economías emergentes, nuevas tecnologías, a la proliferación de armas nucleares, a narcotraficantes ni a otras siniestras amenazas. ¿Entonces, se colige que le deben temer a algo? Definitivamente: A los contribuyentes, especialmente cuando estos le piden cuentas a su administración sobre los dineros que estos pagan bajo una férrea imposición. Esto los pone literalmente a temblar.

Contrario al norteamericano, nuestro gobierno se ha hecho con la idea de que el dinero de los contribuyentes es de su propiedad y, por lo tanto, nadie les debe pedir cuentas. Pero al obligado tributado le debería dar vergüenza pedir lo que después se derrocha en sonados e inauditos escándalos y muchos otros que están esperando ver la luz pública. Hay que ser muy caradura para seguir cargando y exigiendo impuestos al obligado tributario sin dar cuentas ni retribuirle a este en aspectos tan básicos que, por su ausencia o mala calidad, tenemos que buscar en el sector privado porque el obligado tributado ha fallado en satisfacer, por ejemplo: educación de calidad para todos, la universalidad de la salud gratuita y servicios públicos accesibles y de bajo costo.

Tenemos que proteger nuestros impuestos y pedir cuentas al obligado tributado por cada centavo entregado y cómo lo administra. Hablo por todos los que pagamos impuestos. Los que no pagan impuestos no pueden exigir ni criticar nada. Es cuestión de justicia. Rendirle tributos a alguien que no lo merece nos parece que viene a ser como besar la mano del que nos golpea con una vara. Ilógico.

A la cooperación internacional y a las asociaciones civiles que trabajan en transparencia y rendición de cuentas les pedimos crear observatorios públicos en temas paralelos a los renglones del presupuesto nacional para luego preguntarle al obligado tributado: “¿Dónde están mis impuestos?” y entonces, ver cómo la SAR tiembla.