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Para empezar: reformas electorales

Hace poco estaba decidiéndome frente a los anaqueles de una librería en el mall, cuando de repente a mi lado una jovencita, quizás de 15 o 16, dio un retumbante grito de emoción que nos alarmó a todos: encontró un texto que esperaba y no se contuvo. Fue esperanzador que alguien se conmocionara por un libro en un país donde los lectores escasean.

Como una cosa lleva a la otra, pensé en estos muchachitos que ahora están en el colegio, se abruman frente a la videoconsola, juegan potra, miran tele, son los que pronto tomarán las decisiones nacionales; si les dejamos un país arreglado, quizás puedan apoyar a los otros hondureñitos que venden en el mercado, sobreviven en los semáforos o se asolean en las milpas. La desigualdad social es otra asignatura pendiente.

Para empezar, un cambio esencial: la Ley Electoral y las instituciones conexas. ¿Por qué? Pues, la política lo decide todo, desde el precio de los frijoles, las tortillas, vivienda, salud, educación, trabajo, seguridad. Un proceso electoral transparente genera confianza y estabilidad, y le da al gobierno elegido la fortaleza para tomar decisiones.

Desde hace tiempo, el Partido Liberal hace ruido con la intención de reformas electorales; el Partido Libre ha aportado sus propuestas, incluidos los cambios en el Tribunal Electoral y en el Registro de las Personas; lo mismo opina la comunidad internacional, que pone dinero para la gestión política; los nacionalistas eran reticentes a algunos cambios, pero ahora quieren acelerar la discusión para transformar ese sistema eleccionario del que todos desconfiamos.

Entonces, si todo mundo está fundamentalmente de acuerdo, no debería ser difícil converger; el asunto es que los políticos tienen una diferente medida de las cosas; tendrán que calcular cuánto ganan y pierden, o qué ventajas lograrán para sí y le restarán al otro. Es la política y así llegaron a esa mesa que llaman prediálogo, y entre desacuerdos y acusaciones mutuas, el tiempo se ralentiza, se detiene.

Los cambios para unas elecciones confiables los conocemos: vigilancia ciudadana en las mesas, donde se multiplican las irregularidades; escogencia por distrito para diputados, que representen realmente a una comunidad; la segunda vuelta electoral para los dos contendores con más votos; los nacionalistas proponen ponerle límite a la polémica reelección presidencial; la oposición abomina de esto y pide investigar la votación anterior.

Además pretenden la reestructuración del TSE, que permita integrar a todos los partidos políticos y su ejercicio como un verdadero tribunal. Y el malogrado RNP, convertido en una herramienta política, más que una garantía de nuestra identificación; es urgente acendrar el censo nacional, que los muertos descansen en paz y no voten; y una nueva cédula de identidad en que la foto se parezca más a nosotros; crear un carné electoral especial.

En esa mesa de prediálogo revisaron el calendario y se enteraron que apenas queda tiempo, la ley pone plazos; las reformas tienen que llegar este año legislativo al Congreso Nacional para que se aprueben y puedan ratificarse en la próxima legislatura, en 2019. Si no se apuran, iremos a las próximas elecciones tal y como están las cosas, y sobra explicar la crisis que nos ha traído.

La niña fascinada por el libro (que su padre le compró haciendo cálculos mentales porque el precio compite con el almuerzo y la cena del día siguiente) ya representa un cambio en la estructura mental del hondureño medio; ojalá que los políticos cambiaran aunque sea un poquito, para que esta generación de jovencitos encontrara un país distinto.