Columnistas

Han arreciado las intervenciones de los voceros del régimen defendiendo lo indefendible, insistiendo, con mentiras burdas, que la reelección es un hecho constitucionalmente consumado. Falso. La Constitución de la República, documento rector del orden jurídico nacional, que el gobernante Hernández juró ante el pueblo cumplir y hacerla cumplir, así como lo hizo ante la Biblia, sigue viva aun cuando el mismo gobernante pretende vulnerarla con su reelección ilegal. Tan viva, como fue diseñada en el año 82, con sus artículos pétreos blindados aún contra los desaciertos de una Sala Constitucional que delictivamente ha pretendido embaucar al pueblo con argumentos insustanciales sobre su “inaplicabilidad”. Los caprichos de un grupito de hondureños que ven en el continuismo la vía para seguir comiendo con manteca, a costas de un pueblo que por otro lado gime por hambre, no serán satisfechos. El argumento de que los partidos de oposición avalaron la “supuesta reelección” al participar en las elecciones es monumentalmente falso.

Las violaciones a las leyes no se condonan con curitas o parchos, los actos violatorios de las normas constitucionales son delictivos e imprescriptibles, cualquier argumentación al contrario es aberrante y ofensiva para un pueblo que ya aprendió a discernir. El rintintín de que en Honduras solo falta la reglamentación de la reelección porque todo está aceptado y consumado es, de igual manera, absurdo. No se puede reglamentar una norma que jurídicamente NO existe; repito NO EXISTE. La reelección jamás fue sometida ante el Congreso para hacer las reformas constitucionales pertinentes. La resolución de la Corte sencillamente quedó como es, una resolución en sí inaplicable, por inconstitucional en su esencia. Los diputados no son papos, ellos saben que no están facultados para modificar los pétreos y han dejado que los bobos caigan en una discusión sin valor, saben también que, jurídicamente, no existe otra salida más que la que dicta el artículo 375, la cual es la restitución de la Constitución a su texto original. “Ergo”, como dice Oswaldo, el gran amigo constitucionalista, solo un plebiscito podría abrir caminos, para que se puedan modificar los pétreos y, en particular, cambiar ese artículo 375, que es la muralla contra el continuismo, figura política que tanta hambre le lleva un expresidente de no muy gratos recordatorios y un grupito de aprovechados que no pueden vivir fuera del presupuesto.

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