Columnistas

Niñez y corrupción

En las últimas semanas una serie de actos de corrupción cometidos por funcionarios públicos han saltado a la luz; actos de los que todos hablábamos a nivel privado, pero de los que ninguno de nosotros se atrevía hablar públicamente. La corrupción es una problemática histórica, reconocida y aceptada en nuestra sociedad, la evidencia más clara de esto, son las altas posiciones que Honduras ha venido ostentando, en los últimos años en los estudios de Transparencia Internacional sobre el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC). En este estudio se clasifican 180 países según la percepción de expertos y empresarios de la corrupción que existe en el sector público de esos países. En el 2017, Honduras se ubica en la posición 135 a solo 45 puntos del país más corrupto del mundo, con un aumento 12 puntos en relación al del IPC del 2016, para ahondar en el tema solo basta ver las publicaciones sobre corrupción que muy bien hacen los colegas de ASJ. La pregunta que todos nos debemos hacer es si ¿la corrupción afecta a nuestras niñas y niños?, la respuesta es un rotundo sí; se ven afectados de dos maneras: por el incumplimiento de sus derechos, los que se ven afectados por el robo o mal uso de los recursos que impide destinar recursos para que accedan a una educación y servicios de salud de calidad, y sobre todo a una vida libre de violencia, negándoles oportunidades de desarrollo que en muchos casos, los obliga a abandonar el país de forma irregular; también afecta su formación moral y cívica como ciudadanas y ciudadanos, sencillamente porque la aceptación o no de la corrupción es algo aprendido en la niñez.

Aun sin tener conciencia precisa de la dimensión de la corrupción, las niñas y niños vinculan la corrupción con cosas negativas y malas para ellos y para su familia porque saben que son actos que muestran el lado negativo de las acciones humanas. Aprenden a temprana edad que la corrupción está en todas partes, en el ámbito familiar, en la escuela, en el deporte, en la cultura, etc. y además que tiene mil caras. Pero, por otro lado, se dan cuenta que ser tramposo (corrupto) tiene beneficios al ser visto como listo, astuto; en la escuela se puede ganar dinero aprovechándose de los más pequeños; en la familia explotando a los hijos y los ancianos; en los deportes se puede ganar haciendo trampa, en los medios ven que hay abuso de poder de las autoridades y de los gobernantes… y lo peor de todo, es que aprenden a temprana edad, que ser corrupto no trae consecuencias, ya que la mayoría de los casos de corrupción en Honduras quedan en la impunidad, dejando un mensaje muy negativo no solo para la niñez sino para la sociedad en su conjunto. Con el ejemplo e información que niñas y niños reciben cotidianamente (en sus casas, escuelas, iglesias, medios informativos, etc.) son capaces de percibir su realidad, interiorizarla y después llevar a cabo sus propios actos que son únicamente una repetición de paradigmas aprendidos y que muy pocas veces se pueden romper acompañándolos en su vida adulta. En la corrupción participan tanto adultos como menores, hombres, como mujeres, personas con altos puestos como las de menor rango, con escolaridad y sin escolaridad, etc. Esto se refleja al ofrecer mordidas a los policías, agentes de Tránsito, pagar por qué un trámite se haga más rápido, comprar árbitros o jueces, vender sexualmente a los menores, etc.; así como en actos violentos como robos, asesinatos, prostitución, secuestros y narcotráfico, etc., etc.

La corrupción es un mal que daña a la sociedad, a sus instituciones y a sus miembros, se puede prevenir, pero, es necesario tener más información, conocerla y explicarla. Si se quiere sanar a la sociedad hondureña y construir una nueva Honduras, no basta con tener leyes anticorrupción, se necesita una política de cero tolerancia a la corrupción y voluntad de todos los poderes del Estado para aplicarla; y además, que las autoridades y los padres retomen el camino de la educación centrada en valores como honestidad, solidaridad, respeto, verdad, justicia, benevolencia, etc., para generar una cultura anticorrupción, preparando a los niños de hoy, ya que son ellos los únicos que pueden transformar nuestra sociedad, siempre y cuando se les educa no solo con la palabra sino con el ejemplo, recordemos que solo el 30% de lo que aprendemos en nuestra niñez vine de la palabra, el 70% lo aprendemos con el ejemplo. Lo que hoy está viviendo Honduras es una prueba no solo para las autoridades, los partidos políticos sino también para la sociedad en su conjunto, la pregunta que todos nos hacemos es ¿estará Honduras dispuesta a pasar el examen sin importar quién o quiénes caigan o qué estructuras de poder se vean afectadas? Como hondureña no quiero perder la esperanza y espero que así sea

Tags: