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Trump o la obsesión fatal

El presidente de Estados Unidos, señor Donald Trump, tiene una fuerte obsesión en contra de los migrantes. Para el presidente de la mayor potencia mundial, los migrantes son responsables de las desgracias que padece la nación en los últimos años, nos referimos a los actos de violencia y el desempleo que agobian a la población.

La salida de los casi 11 millones de migrantes en situación ilegal, para Trump supondría la solución de los problemas de su país.

Lo que en algún momento de la historia de los Estados Unidos fue símbolo de prosperidad y libertad, ahora se ha convertido en sinónimo de crisis y de una política violadora de derechos humanos de millones de personas.

Cuando se lee las noticias procedentes de aquel país, la mayoría tiene que ver con acciones gubernamentales alrededor de los migrantes, las iniciativas del Ejecutivo sobre este tema dan la impresión de que los funcionarios estatales están a tiempo completo para abordar este problema.

Es una obsesión fatal la del presidente Trump con respecto a los extranjeros que han hecho de su nación el lugar para vivir.

La obsesión fatal es considerada como una preocupación que no se puede apartar de la mente, una idea fija que es funesta y dañina para la convivencia humana. Por su definición, este concepto explica un comportamiento irracional, cuyas consecuencias son nefastas para la paz interna y externa.

Un comportamiento así, y más cuando se trata de la figura más importante en aspectos que tienen que ver con temas de política mundial, se constituye en un peligro para la humanidad.

Las declaraciones fuera de tono del inquilino de la Casa Blanca en torno a los gobernantes de Honduras y México, demuestran que las consideraciones que se hacían en el pasado desde los gobiernos estadunidenses para mantener el acercamiento en política exterior con sus tradicionales aliados, están dando paso a un nuevo discurso donde la principal potencia mundial busca desentenderse de los problemas económicos y sociales de nuestros pueblos, ignorando o queriendo ignorar que ellos tienen una responsabilidad histórica por haber afianzado regímenes corruptos en nuestros países.

El tono fuerte con el cual se ha referido, diciendo que “estos países no son nuestros amigos, nosotros pensábamos que eran nuestros amigos.

Les enviamos ayuda masiva. No mencionaré nombres ahora, pero vemos los números, vemos estos países a quienes les enviamos mucha ayuda”, para luego valorar que la corrupción en que se desenvuelven nuestras naciones es la responsable de la migración que todos los días traspasa la línea fronteriza para lograr el “sueño americano”, lo cual es una verdad a medias, pero no dice nada sobre el hecho de que la corrupción tiene mucho que ver con aquellos años en los cuales los funcionarios públicos de nuestras naciones iban a Washington a negociar préstamos y regresaban con maletines llenos de dólares, dinero que se usaba sin ningún control y que sirvió para enriquecer a más de un burócrata y empresario irresponsable.

Hoy, los costos de la corrupción lo tienen que pagar los pueblos, con el desentendimiento de los políticos nacionales y extranjeros.