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¿Ya no somos tan violentos?

Entonces no había Internet y el cable apenas tenía unos cuantos canales; éramos habituales al cine. Lo que pusieran: comedias, dramas y la violencia en todas sus formas. Todavía el guión es el mismo, con héroes imposibles que matan igual que respiran; galones de sangre derramada y decenas de muertos que nadie llora ni lamenta. Pregunta ineludible: ¿era posible esto en una sociedad civilizada? Claro que no.

Bueno, entonces parecía que no, hasta que la muerte arrebatada nos invadió, y no llegó tocando tímidamente para entrar, si no echando la puerta abajo. De ser invisibles pasamos al país más notorio por la cantidad de muertos, la crueldad de las ejecuciones y la impunidad manifiesta. Ahora las mismas organizaciones que nos daban los indeseables primeros lugares mundiales en criminalidad, con cifras dicen que ya no somos tan violentos.

Mientras en la semioscuridad del cine las películas se iban pareciendo a la realidad, confirmando la inexpugnable sentencia de Óscar Wilde “La vida imita al arte mucho más que el arte imita a la vida”. Los que vieron “Rambo” presenciaron 247 muertes en pantalla; y las que parecían inocentonas, “Star War: la venganza de los Sith”, 115 asesinatos; en “Indiana Jones: el reino de la calavera de cristal”, 76. Pareciera que “Kill Bill” tuviera más, son 95, eso sí, con un derroche inusitado de sangre.

Crecía impetuosa la violencia en las calles y también en el séptimo arte. Los filmes recientes palidecen las cifras de asesinatos en pantalla que antes nos perturbaban. Si “Salvar al soldado Ryan” nos aturdió con sus 255 muertos, qué decir de “Titanic” con 307; “El último samurái” con 558; la épica “Troya” con 572; y si los muchachos vieron “El señor de los anillos: el retorno del rey” presenciaron 836 muertes. Bueno, un chico nuestro antes de terminar la primaria ya ha visto unos ocho mil homicidios en la tele.

Honduras apenas aparecía en las noticias en los años 80; a pesar de las desapariciones forzosas y la represión, registraba ocho homicidios por casa 100 mil habitantes. En los 90 entró con ferocidad el neoliberalismo, se acentuó la pobreza y la exclusión social.

Una bomba de relojería. Se cuadruplicaron las muertes, en 1999 ya eran 41 por cada cien mil. Entre 2000-2010 hubo más de 33 mil asesinatos; y desde 2010 hasta ahora más de 38 mil. ¡86 muertos por cada cien mil! El país más violento del mundo.

Pero las cifras mortales del año anterior cambiaron súbitamente: hubo 3,791 homicidios, que significan 42.8 muertes por cada cien mil habitantes.

¿Todavía es mucho? Por supuesto, muchísimo, incluso comparado con nosotros mismos hace unas décadas, cuando podíamos ir distraídos sin correr tanto peligro; no llevábamos celular ni laptop, y los pocos ladrones se conformaban con birlarnos la billetera, los Ray Ban o el Seiko 5, sin dispararnos.

Las organizaciones nacionales y extranjeras acreditan que el descenso de la violencia tiene que ver con el reforzamiento de los cuerpos de investigación criminal, la creación de unidades policiales especializadas, el reordenamiento y construcción de cárceles, y la intervención decidida del Ministerio Público y de los tribunales de justicia.

Hay quien cree que esto no es cierto, y todavía hay quienes viven bajo la sombra del miedo, normal, porque aunque haya descendido, la tasa aún es alta. Pero ojalá siga bajando para que un día de estos las matanzas, el asesinato monstruoso, el crimen atroz, desaparezcan de nuestra realidad y vuelvan a la ficción, a las películas, que nos desconcertaban no hace mucho.