Columnistas

Fe de errata: La lección del Juana Laínez

FE DE ERRATA: “¿Laínez o Laines?”. La consulta del corrector de pruebas fue perentoria y llegó rauda: “Tenemos dudas con el Laines…será visto como error… es Laínez”. Desde pequeño había escuchado cómo mi padre llamaba “Cerro Juana Laínez” a la montaña frente a casa y crecí convencido de que no se le podía nombrar de otra manera. Aun así, sabelotodos insistían en los medios que la toponimia acertada era “Juan A. Laínez”, mientras yo me guarecía con el argumentado enfado de mi progenitor y la opinión autorizada del gran Julio Rodríguez Ayestas, uno de mis abuelos y recordado editor de los Anales del Archivo Nacional. Por fortuna, hace un par de años la Fundación Ecológica de Tegucigalpa (FET) promovió una investigación historiográfica que dio al traste con ese cansino error de darle un nombre distinto a nuestra colina capitalina y dejó finalmente dilucidado -para nuestra paz y las referencias en Google Maps- uno de los dilemas bizantinos que más tinta regó en las páginas del periodismo del país. El nombre correcto del cerro es Juana Laínez (con Z al final) y corresponde a una mujer “vecina de la ciudad de Tegucigalpa, esposa del Sr. Sebastián Rodríguez, minero y acarreador de metales”, como bien refiere en su página web la FET. Ahí mismo dice “…uno de los documentos que demuestran este hecho es la presentación del reclamo por deuda de Joseph Araujo realizado en 1677. Por tradición, el cerro adquirió el nombre de su propietaria, donde mantenía un laborío de ganado y siembras y hay documentación que lo respalda”. Un historiador (Inés Navarro) dejó constancia de ello en un escrito suyo sobre Comayagüela y la FET cree que no hay que buscarle más pies al gato con el asunto.

El Juana Laínez es pródigo en lecciones. Durante varias administraciones se le ha querido cambiar nombre al cerro y al monumento en su cumbre. En 1957, con revanchismo, la Asamblea Nacional Constituyente de entonces se propuso levantar un “Monumento a la Revolución” sobre el que se hizo para conmemorar la paz ganada con sacrificios aliados en la segunda guerra mundial. En 1994 se intentó de nuevo llamarle “Monumento a la Nacionalidad”, reiterando un despropósito: cambiarle el nombre a lo que ya tiene uno. Hay temas que deben dejarse en paz y la denominación del monumento lo es: buena falta nos hace lograr una cultura de paz y hay ya un recordatorio de ello en la cima del cerro. Repetir errores solo demuestra que no hemos aprendido de las lecciones que estos nos dejaron.

Así ocurre con las fes de erratas que de un tiempo acá se han convertido en regla y no excepción de nuestros legisladores: fe de erratas es una “lista de las erratas observadas en un libro, inserta en él al final o al comienzo, con la enmienda que de cada una debe hacerse” mientras una errata es una equivocación material cometida en lo impreso o manuscrito. Creer verdadero el nombre de un cerro o cambiar su monumento, no obvia el yerro en su denominación. Llamarle fe de erratas a lo que no lo es, tampoco. Pero ya erraremos sobre ello en la próxima entrega.