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La historia de la infamia registrará a esta mujer como una sombra que detrás del poder de su esposo acumuló la ambición y forjó redes de corrupción bajo su escritorio; mientras el pueblo vivía en la miseria, ella llevaba una vida opulenta, recorriendo el mundo para satisfacer sus caprichos, con fondos públicos.

Se casó con un político de sonrisa fácil, pero de amargo carácter, que se postuló a la presidencia y se lanzó a una gran campaña en la que la dama desempeñó un papel sustancial para alcanzar el poder, con un cálculo exacto para llegar a saquear las instituciones del Estado.

Dueña de una codicia sin límites, le permitió pasar de ser una primera dama en la sombra, a una auténtica consorte del poderío, convirtiendo el mandato de su esposo en un régimen de corrupción e impunidad, falsificando la incipiente democracia en una bodega donde acumulaba dineros del pueblo y zapatos que deberían calzar las huellas de los descalzos del sistema.

La dama de expresión populachera y humilde ganó simpatías que aprovechó para ir adquiriendo cuotas de poder, hasta acabar aglutinarlo en sus manos. Comenzó entonces la vida extravagante y lujosa, gastando la fortuna amasada por su marido, a costa de hundir a la población, en un jolgorio de impuestos y ajustes económicos que apretaba sin humanidad, mientras la dama en lujosos jets, en los que recorría las más ostentosas tiendas de todos los países del mundo.

Nada satisfacía sus caprichos. Los años que la dama paseó por el planeta haciendo despilfarro de goce le costaron al pueblo muchos millones de dólares; cifra que aún no dejó satisfecha a la insaciable dama, que siguió adquiriendo lujosos edificios y apartamentos, terrenos y mansiones.

Su imagen y su tacto le dieron una gran cantidad de apoyo y de seguidores de los sectores populares, depositando en ella sus esperanzas. Ello, combinado con la sonrisa libertina de su esposo y sus encantadoras frases en la política, permitieron que la candidatura de su marido se pusiera a la cabeza de las encuestas, consiguiendo, finalmente alcanzar el poder en las urnas.

Ya convertida en primera dama se le olvidaron sus abrazos, sus lisonjas a los pobres, sus tiernas manos chineando niños de barrios y comenzó malversar y a disponer de los fondos públicos, así como otros activos provenientes de recaudaciones, beneficencia y de donaciones destinadas a los más necesitados del país.

Esa fortuna recolectada a destajo del erario nacional y de países amigos terminaba siendo invertida en propiedades, empresas, activos, bienes y demás derroche y lujo estéril, creando una sofisticada red de métodos que les permitió disponer de una inmensa trama de cuentas con muchos millones en efectivo.

Después de la salida del poder de su esposo, la dama se vio obligada a enfrentar un extenso listado de delitos y transgresiones.

Finalmente, la dama fue acusada e investigada con acciones legales, logrando sortearlas todas, sin ser condenada ni pagar cárcel, siendo todas las acciones legales desestimadas en contra de Imelda Marcos. La primera dama de Filipinas nunca pagó por sus delitos.

Esperemos que esto no suceda en Honduras.