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El valor del quién y el para qué del diálogo

Hace unas semanas escribí “Diseño ideal de un diálogo nacional”, refiriendo que el diálogo debe ser un fin, además de un medio de solución de conflictos sociales y políticos. Dije que debe respetarse la comunicación basada en creencias, sentimientos y tendencias reactivas de los participantes, pero sin verdades absolutas; describí el qué y cómo del diálogo ideal.

Esta vez hago énfasis en el quién y el para qué del diálogo; porque planteados como elementos de pregunta para dar respuestas nos lleva a destacar la importancia del quién como sujeto, el líder o líderes, y el para qué como un propósito conector de cumplir con el objetivo de resolver una crisis política, pero también de satisfacción de necesidades de la población.

Carlos Vergara, Catalina Soberanis y Marcie Mersky integran la misión de exploración de la ONU, su liderazgo jugará un papel predominante en esta etapa del diálogo. Pero, en las subsiguientes etapas del diálogo y de forma complementaría, quienes verdaderamente asumen un liderazgo, y se vuelven el quién permanente, son los líderes políticos.

Para lograr la aceptación del objetivo de resolver una crisis política y social se requiere que inviten a los militantes de sus partidos a ser partícipes, sólo así los miembros de las fuerzas políticas percibirán con más claridad la importancia de llegar a entendimientos políticos con los que se llega a la satisfacción de necesidades sociales de la población.

¿Cómo se puede conseguir que las distintas fuerzas políticas acepten el objetivo de resolver un conflicto político? Uno de los métodos para responder a esta pregunta es conseguir que los participantes del diálogo sean interdependientes en la función del objetivo. Existe la evidencia en psicología social que mediante la división de funciones se incrementa la aceptación del objetivo común.

Otro método para la solución al conflicto político, iniciando por la aceptación al diálogo por parte de todos los líderes de las fuerzas políticas, es que todos sean parte en la definición de los objetivos generales que llevan al objetivo común, nada debe ser impuesto aunque el proceso sea lento pero seguro.

Lo que hace legítimo a un diálogo como medio de solución de conflictos políticos, pero a su vez para que sea un fin de solución de problemas sociales, es que las partes implicadas consideren un derecho el intervenir en las decisiones para definir objetivos comunes. Esto es el valor del para qué del diálogo.