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Esperando a los bárbaros

Acordamos tomarnos un café para conversar, y yo dije, bueno; pero hablaremos sobre los principios metafísicos de las ciencias de la naturaleza y de los fundamentos de la mecánica cuántica, y recibí como respuesta varias caritas de sonrisa en el WhatsApp.

Entendió mi broma motivada por el cansancio de toda esta crisis que vivimos y las ganas de pasar a otro tema, aunque no sea tanto como complicarnos con Kant, Max Planck o Einstein.

El asunto es que cuando comienza un nuevo año, surge aunque sea un chispazo de esperanza en la gente, que cambiará un poquito su situación personal: un buen empleo, viajes, ganar la lotería, amores correspondidos, una boda... y hasta un divorcio, tantas cosas; pero las ilusiones de mejorar su vida se van dinamitando por la crisis política y el indefectible caos social, y aunque la salida de la conmoción podría ser sencilla y sin traumas, pareciera que no.

Entonces, emerge en los bandos confrontados la certidumbre que un tercer participante, un árbitro, alguien de afuera, mediará o intercederá para recuperar el orden. La Alianza de Oposición fortalece su reclamo de fraude por el respaldo de la OEA, de algunos congresistas y senadores estadounidenses, y en la inquietud de la Unión Europea.

El gobierno y el Partido Nacional resaltan el reconocimiento electoral que ya recibieron de varios países, como Canadá, México, Colombia, Rusia, Japón, Estados Unidos, Brasil, entre otros.

En antiguas sociedades decadentes no encontraban la fórmula para salir de la degradación y la alteración; la confrontación interna las fatigaba, y ya no tenían fuerzas para enfrentar a los pueblos bárbaros, que llegaban desde afuera para invadir, incendiar, esclavizar y asesinar.

De aquella estela de horror y destrucción surgieron las nuevas naciones con las lecciones aprendidas. Así que los belicosos invasores se convertían en los agentes del cambio.

Constantino Cavafis, uno de los grandes poetas griegos modernos (murió en 1933), en su poema “Esperando a los bárbaros” retrata a una ciudad antigua que aguardaba a los fieros asaltantes, un día tras otro, la gente se agrupaba en la plaza esperándolos, y no llegaban; alguien fue a la frontera y averiguó que no vendrían nunca; y todos volvieron a sus casas defraudados, desanimados.

El último verso dice “Y ahora ya sin bárbaros ¿qué será de nosotros? Esos hombres eran una cierta solución”. Los esperados cambios, aunque fueran cruentos, no llegarían, porque los bárbaros no existían.

Nuestra sociedad parece que también está esperando a los bárbaros, que invadan con sus recetas y sus imposiciones, que nosotros podríamos tener mejor sin ellos. Les hemos permitido desde que somos nación la injerencia en nuestras cosas, a darle preferencia a sus intereses, a que decidan por nosotros, a que implanten su autoridad y nos traten con indignidad.

Ya es tiempo que también entendamos que los bárbaros no existen.

Esta crisis política se ha generado aquí y podemos resolverla nosotros. Tenemos que encontrar la propuesta para que los protagonistas entiendan que se están cargando el país, que la palabra caos no tiene plural, nos afecta a todos. Aunque algunos radicalismos abominan de la negociación, la política se sustenta en acuerdos entre partes, en ceder algo y obtener algo, no hay más. Tiene que ser ya, porque escribió Mandela “Cuando el agua empieza a hervir de nada sirve apagar el fuego”.

Ojalá que regrese pronto la tranquilidad y que podamos ir al café para hablar de las canciones de Sabina, de los colegas, de libros y de fútbol, y pueda renacer la esperanza que tendremos un feliz y próspero año nuevo.