Columnistas

La democracia, el gobierno y la felicidad

Parece una broma cuando diversos diarios del mundo relatan que el pequeño país asiático de Bután en lugar de darle más importancia al Producto Interno Bruto se la da a la Felicidad Interna Bruta o Felicidad Nacional Bruta.

Y lo primero que podría venir a la cabeza cuando se lee esto, es que el gobierno, de quien por cierto su población no se atreve a decir algo malo, no por miedo sino por conformidad, no se toma en serio su papel de velar por el bienestar su población, pero si se revisa su concepto de felicidad y en qué se basa esta medición, es uno quien termina cuestionándose la seriedad con la que nuestros tradicionales gobernantes se toman ese papel.

Son cuatro ejes transversales los que sostienen el concepto de felicidad butanés, que deben a la vez, inspirar cada proyecto y política de su gobierno. Estos son: un desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo, la preservación y promoción de la cultura, la conservación del medio ambiente, el buen gobierno.

A su vez, la manera en que lo miden toma aspectos integrales del individuo y su comunidad. La filosofía de este gobierno, que ha tenido entre sus particularidades la entrega del poder del rey al pueblo, es que si el pueblo está feliz es porque la economía, la cultura, el medio ambiente y el gobierno, que es la misma sociedad, funcionan en armonía.

He traído este ejemplo porque dudo mucho que los últimos acontecimientos en la democracia de nuestro país estén haciendo feliz a la población; porque, sin temor de exagerar, más parece diseñado el sistema para la seguridad, el bienestar y la felicidad de unos cuantos.

La población hondureña ha pasado y sigue pasando por momentos de incertidumbre. Entre largos silencios, protestas, esperas, impugnaciones, que sea por la razón que sea, crea en la sociedad un clima de tensión que no hace más que enfermar la comunidad hondureña.

Y Honduras no es un país para enfermarse, los hospitales son insuficientes, los doctores también, las citas médicas en los centros médicos más importantes del país, son dadas en algunas ocasiones para dentro de unos nueve o diez meses, tiempo necesario para que una enfermedad aniquile el cuerpo y la moral de las personas. Así, ¿quién va vivir en armonía consigo y los demás?

La pregunta clave es: ¿están diseñados el sistema democrático y nuestros gobiernos para la felicidad de los hondureños? Y repito que se trata a la felicidad no como algo utópico o etéreo, me refiero a la felicidad de ir a curarse a un hospital, de salir sin miedo, de no tener dudas de que la educación que reciben los niños les va a servir para desarrollarse como seres humanos en el mundo, la felicidad de las familias que pueden disfrutar de un plato de comida y de la cultura de su pueblo, la felicidad de los artistas que pueden aprovechar y crear oportunidades para expresarse, la felicidad de disfrutar del medio ambiente y defenderlo sin miedo.

Un político y un ciudadano sensato, se toma muy en serio la felicidad de sus compatriotas.