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Educar es cosa del corazón

¿Qué se puede entender por corazón? El corazón se usa siempre de una manera metafórica para referirse al individuo, a “eso” que somos más allá de nuestro cuerpo. En el corazón están las más profundas necesidades, las más importantes inquietudes, y parece que hiciera referencia a lo más sincero de nosotros.

Por ejemplo, cuando alguien dice “te quiero de corazón” o “ese tipo parece que no tuviera corazón” hace referencia a que de verdad está sintiendo y que no es algo superficial o pasajero, sino algo importante en su vida, también muchas veces apela al lado noble que tenemos.

Cuando el educador italiano del siglo XIX Giovani Bosco decía que educar es cosa del corazón, se adelantaba mucho tiempo en el campo educativo, pues el trasfondo de “educar con el corazón” no es más que atender al individuo, atender a sus necesidades, a su verdadero ser.

Lo mismo que la pedagogía moderna propone: una educación lo más personalizada posible, y que se enfoque en las verdaderas necesidades del estudiante que son encontradas, si se quiere decir metafóricamente, en el corazón.

Y es que en los diferentes espacios educativos se puede caer en el error de ser un simple facilitador de información, un informador en lugar de un formador.

Hubo una metodología de enseñanza de segundas lengua en el siglo XX en la cual incluso se podía prescindir del docente ya que lo importante era transmitir la información y esto lo podían hacer los recursos audiovisuales.

El valor del docente en el aula de clases es incalculable y no puede ser sustituido totalmente aún en nuestra era; los medios E-Learning y B-Learning son una gran opción en casos extremos o de apoyo al salón de clases.

Es muy fácil incluir a todos los estudiantes en un solo “paquete” y enseñarles como si todos fueran el mismo individuo, como si todos tuviesen las mismas inquietudes y aspiraciones, y las más de las veces en la historia se ha caído en ese grave error.

Una educación que no es dada desde el corazón no puede llamarse de ningún modo integral, porque no puede haber verdadera educación sin esa chispa humanizante y axiológica (en valores).

La educación con el corazón ha de conducir inevitablemente hacia la formación integral, ya que al buscar las necesidades del joven o niño se han de encontrar también todas aquellas que no tienen que ver con la academia sino con los asuntos más humanos, con la concientización, con aquellos aspectos de la vida que pasan desapercibidos en los salones de clase.

Como es lógico pensar, el educador ha de enseñar desde lo más profundo de sí mismo, porque las preguntas del corazón, esas cosas que nos importan sinceramente, se responden solamente desde allí.

La conciencia de los individuos de una nación y a la vez su competitividad no es más que el resultado de la educación, en la que actuamos todos, y debemos hacerlo desde nuestro lado más humano.