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Violencia con armas: crisis de salud pública

Los datos exactos nadie los tiene, no pueden tenerlos, pero se calcula que en nuestro país hay unas 700 mil, quizás 800 mil, y hasta podría ser un millón de armas en manos de civiles; cuando se contrasta con el índice de criminalidad no falta quien ponga el grito en el cielo y los pies en el suelo, para reclamar un inmediato desarme de la población, con la subsecuente discusión de si es conveniente o no.

La cantidad de armas no sería tan importante si no tuviésemos un sociedad rota, escindida, refractaria del derecho a la vida, matándose entre sí. Aparte de las cifras, el tipo de armamento es terrorífico: fusiles de asalto estadounidenses M16 (oficial para ejércitos de 80 naciones, incluida Honduras); las Kalashnikov rusas AK-47 (usadas por unos cien ejércitos nacionales y guerrillas, aparece en la bandera y el escudo de algunos países africanos); el AR-15 (lo utiliza el ejército de EE UU y es el más vendido a los civiles en ese país); la subametralladora Uzi (fabricada en Israel, sirve al ejército y se vende a civiles); hay que agregar una variedad de lanzagranadas y todo un inventario de pistolas y revólveres fabricados en medio mundo. Suficiente para desolar nuestro territorio.

En Suiza están más armados y se matan infinitamente menos; sus ocho millones de habitantes tienen más de tres millones de armas (46 por cada 100 personas); es pacifista y neutral en las guerras (aunque con un pasado belicoso); su ejército solo tiene 5% de militares profesionales, los demás son milicias populares y todos se llevan el rifle o la pistola a casa. Su tasa de criminalidad es de las más bajas de mundo: en 2011 tuvo 46 homicidios, 22 se cometieron con arma de fuego. Ese mismo año en Honduras hubo 7,104 muertes violentas.

Estados Unidos, sorprendente: 270 millones de armas civiles para 311 millones de habitantes (89 por cada 100 personas), según un informe de la organización Small Arms Survey; dolorosas matanzas en escuelas, parques, cines; se registraron 14 mil muertes en 2011. Yemen vive una guerra civil durísima y cuenta con más de 11 millones de armas (55 por cada 100 personas).

Finlandia tiene un sistema educativo envidiable y muchas armas, 2.4 millones (45 por cada 100 personas) y no se matan entre ellos. Y qué decir de Alemania con sus 80 millones de habitantes y 25 millones de armas (30 por cada 100 habitantes) y en ese mismo 2011, fatídico para nosotros, su policía solo disparó 85 balas en todo el año, la mayoría de veces al aire, y mató a seis sospechosos.

No será exagerado reconocer la criminalidad como una crisis de salud pública para investigar sus causas esenciales, encontrar la solución y que el hondureño deje de matarse. El comportamiento criminal no está en los genes, se aprende; igual se podría desaprender.

Claro está, hay una inocultable diferencia con esas sociedades desarrolladas y menos violentas, la nuestra lleva años con un insoportable lastre de pobreza, marginación, exclusión, injusticia, mala educación, pérdida de valores ciudadanos y una subdesarrollante desigualdad.

Aunque los homicidios han descendido ostensiblemente y la policía fronteriza decomisa unas 40 armas de contrabando al mes, todavía hace falta.

El desarme general se disputa la opinión entre los que creen que disminuiría los crímenes y los que piensan que solo se despojaría a las personas decentes, no a los bandidos. Ojalá que un día, así como transitan armas, circularan 700 mil, quizás 800 mil, y hasta un millón de libros entre los hondureños, solo para ver qué pasa.