Columnistas

La comunidad y los grupos criminales

Siempre tenemos miedo a lo desconocido. Creemos que los grandes criminales que trafican con la vida y quieren ser ricos a toda costa son personas malas que infunden miedo y no debemos hablarles y menos establecer relaciones interpersonales o comerciales con ellas, pues a juicio de nuestras madres es un dinero maldito.

Esta imagen cambió hace mucho tiempo, evidencia de ello es que en una comunidad cualquiera de este país hay personas que se van enriqueciendo rápidamente, invierten recursos sin tener un trabajo que les dé ganancias y construyen grandes casas con estilos extranjeros y fuera de contexto en medio de la pobreza de las zonas, además hacen compras innecesarias y regalan grandes cantidades de dinero, muchas veces solo a cambio de recibir un ¡gracias!, sin que el beneficiario cuestione de dónde proviene ese dinero o esa inversión.

La gente sabe quiénes se dedican a actividades ilegales como extorsiones, tráfico ilegal de migrantes y de armas de fuego, trata de personas, secuestros, robo de vehículos y sicariato, cuyo fin es obtener dinero que es usado en empresas y bancos para lavar activos. Estos grupos, como establece Kofi Annan, “desbaratan las buenas obras de la sociedad civil, sacan ventaja de las fronteras abiertas, de los mercados libres y de los avances tecnológicos que tantos beneficios acarrean a la humanidad”. Sumado a lo anterior, la escasez de trabajo motiva a las personas a apoyar dichas actividades ilícitas, se asocian para trabajar con ellos porque reciben salarios por arriba del mercado nacional, o a veces son la única fuente de empleo permanente en la zona, especialmente en las áreas rurales.

Ante el conocimiento público, estos grupos prosperan en países con instituciones débiles donde no se investigan los hechos y tampoco se ponen a la orden de los juzgados a los señalados. La intimidación y la violencia son las principales armas con las que cumplen su cometido, pero también es lamentable que, al estar evidenciados en sus actos criminales, las comunidades salen a las calles a defenderlos y a protestar en su favor, en lugar de denunciar las muchas atrocidades que cometieron.

*Directora de los Observatorios contra la Violencia de la UNAH