Cartas al editor

Calcinados lamentos

Una historia que se repite año tras año, y al parecer un evento de tal magnitud no llama la atención de las autoridades, los capitalinos no merecen que les quemen el pulmón, ni los pobres animales les destruyan su hábitat y, además, que acaben con ellos. Ayer lloraba como un niño La Tigra, su bosque se lamentaba y gritaba de desesperación, pero es poco lo que por ellos pueden hacer, las llamas devoran vidas de inocentes animales a los que el fuego de un asesino sigiloso llegó a arrebatarles la vida en su propio hogar, los espíritus del bosque están furiosos porque el hombre con sus destructivas manos y con su mente maquiavélica y maliciosa rompe el ciclo natural de la vida en sus ecosistemas, se quemaron los deseos de una pareja de aves de ver crecer y proteger a sus crías, y no sirvió de nada que ofrecieran sus vidas al tratar de rescatarlos, de pronto el cielo se volvió negro, y el verde paraíso un infierno, en donde los lamentos poblaron así como las llamas el noble bosque que le provee el vital líquido a la capital de la República hondureña, además de mitigar el calor, qué irónico cómo el hombre destruye aquello que le produce vida, una quebrada llora, unos árboles desesperados piden auxilio, unas flores sacan sus raíces del suelo para correr despavoridas y salvarse, pero el suelo ardiente como el mismo infierno las marchita, un lugar donde nace la vida es ahora un cementerio ardiente donde la vida y los lamentos de auxilio se calcinan y se apagan con el pasar de los minutos, minutos que se derriten lentamente provocando el sufrimiento de los seres vivos que habitan allí donde la mano del hombre con un simple fósforo juega a ser Dios, allí donde la justicia para estas especies se quema, allí donde la consciencia hierve hasta evaporarse, ¿cómo frenar el desastre de seres que no tienen alma? Al final la empatía para cualquier ser vivo debe de prevalecer, pero por desgracia la raza humana es la única que destruye lo que le causa vida, imperdonable y lamentable lo que no deja de pasar en un país donde la vida no vale nada.