Cartas al editor

La actividad periodística

Hacer periodismo en Honduras es una tarea harto ingrata, desconsoladora y fatigante. Se lucha con un cúmulo de contrariedades que dan lugar a emprender investigaciones sobre la conducta de personajes peligrosos y aventureros que, escudándose en el periodismo, disfrutan de la hospitalidad de los políticos, quienes utilizan sus servicios mercenarios.

Estos personajes, que ignoran que el trabajo del periodista consiste en comentar o escribir sobre temas diversos del presente, el pasado y el futuro, y que para ello se exige cultura, criterio, estilo, y también ejercitar la mente y cultivar la imaginación, cuidando no deformar la realidad. En la historia, cabe recordar el caso de la casa de Gutemberg, en Maguncia: tenía en sus portales, por escudo, la figura de un toro, con esta significativa inscripción: “Nada me detiene”. Esa es en efecto la divisa de la imprenta y, por ende, la del periodismo. A los periodistas escribo, porque estos tienen conciencia plena de que ellos son la flor de la democracia y que, sin ellos, ningún pueblo puede gobernarse así mismo. Porque son como un reflector en una torre: con su ojo gigantesco recorren de aquí para allá, viendo todo. No se les escapa nada. Los malhechores les temen más que a los jueces o a la prisión. Puesto que no condenan. Simplemente hablan y cuentan lo que saben. Por esta razón, los encargados de estas democracias incipientes los miran como si fueran animales dañinos, al que hay que exterminar sin consideración de ningún género. A estos escribo, haciéndoles consciencia con el pensamiento de Frank Crane: “La prensa representa al pueblo y no habla para una clase u otra, para el bueno o malo, habla para el sacerdote y el paria, para el banquero y el tramposo, para el judas y el Jesús, para el socialista y el conservador, para el legislador y el que falta a la ley, para el santo y el pecador”. Soy periodista. Si no digo lo que el pueblo quiere saber, estoy muerto. ¡Adelante compañeros. El que calla otorga!