Cartas al editor

Un flagelo llamado suicidio

Una vez más queda demostrado que la muerte no distingue edad, raza, sexo, religión ni mucho menos clase social. Se suicidan los ricos, que tienen casi todo, lo material, pero no tienen amor, y se suicidan los pobres, que tal vez tienen amor, pero el amor no da de comer ni paga las deudas.

Es alarmante la tasa de suicidio del país, cómo ha incrementado año tras año, pues según estudios tenemos una juventud cada día más estresada. Los motivos: falta de empleo y de oportunidades.

Según la psicología, las personas que toman esta brutal decisión de quitarse la vida son personas débiles, con algún problema mental.

¿Qué puede causar un cuadro depresivo? ¿Será posible acaso que a un niño que en su centro educativo se le lea la palabra de Dios pueda evitar que cometa este gran error de quitarse la vida? O tal vez, hipotéticamente hablando, sus padres no le daban tiempo porque tenían que trabajar mucho debido a que la situación del país cada día está más difícil.

¿Qué podemos esperar en un futuro no muy lejano, en un país en donde el futuro, o sea la juventud, toma la decisión de quitarse la vida? ¿Qué sirve más, un parque para recrearse o construir centros educativos y darles las herramientas necesarias a los jóvenes para que puedan forjar su futuro?

En un Estado laico, donde los problemas sociales son muchos, donde los profesores son de diversas religiones, estamos preparados para enseñar la palabra de Dios cada quien a su criterio, y creer que se eliminarán problemas de violencia, inseguridad, o el mismo suicidio, la juventud necesita una inyección de vida, menos problemas, más soluciones.

Fernando Erazo
Licenciado en Letras