Cartas al editor

Un dolor que médicos no pueden curar

La familia de la pasante de medicina y por desgracia ya occisa Silvia Vanesa Izaguirre Antúnez está consternada y se consume en un colosal dolor, mientras el Colegio de Médicos de Honduras se encuentra de luto, ya que a la carismática joven de 26 años, que era oriunda de Danlí, le fue arrebatada su vida la madrugada del 29 de marzo que se dirigía hacia Trujillo a visitar a unas amigas.

La joven, según su excompañero Pablo Ordóñez, relató lo siguiente: “le encantaba estar rodeada de sus amigos, era de aquellas que siempre estaba ahí para darte una palabra de aliento”.

Ella que había salido de madrugada porque ese día tenía guardia era acompañada de su mejor amiga; quien por desgracia tuvo que presenciar cuando Silvia se negó a ser abusada sexualmente y recibió el mortal disparo que minutos después apagaría la luz de su vida.

La ola de violencia que reina en el país crece cada día más, así como los femicidios van en aumento, dejando al desnudo la poca labor de investigación que hacen las autoridades competentes y lo poco que están haciendo para proteger a una ciudadanía que debe de darle gracias a Dios porque regresan a su casa sanos y salvos.

El instrumento de Dios para rescatar vidas aquí en la tierra, cuyo nombre era Silvia Izaguirre, no pudo contra la batalla ante la muerte y esta sin piedad la arrebató entre sus brazos, pero así es la muerte, me comentó otro joven médico, Jonatan Ochoa: “no respeta de clases sociales” y la herida que enluta a la familia Izaguirre Antúnez es un dolor que los médicos no pueden curar.