Opinión

POR ACCIÓN U OMISIÓN

Quienes integramos la sociedad nacional estamos obligados a realizar una profunda autocrítica respecto a la creciente y sostenida erosión de los valores éticos y morales, de los principios de solidaridad y respeto por nuestros semejantes, sus vidas, honras y bienes.

Una combinación de apatía, indiferencia, fatalismo, temor, complicidad, silencio, tolerancia en nuestras cosmovisiones y actitudes, han agravado los índices de corrupción, impunidad, miseria material y espiritual que enfrentamos, conduciéndonos a una descomposición sistémica, institucional y social, de carácter transversal, que nos lleva de un escándalo a otro, de crisis en crisis.

Existe corresponsabilidad, por acción u omisión, que involucra a los sistemas judicial, educativo, policial, partidos políticos, medios de comunicación, iglesias, empresas, así como a personas individuales.

La acumulación de riqueza mal habida se ha constituido en la razón de existir para quienes son incapaces de prosperar materialmente empleando medios lícitos. Se autoproyectan como individuos sagaces, astutos, que dominan a la perfecciona las “reglas del juego”. Hay quienes los exaltan presentándolos como arquetipos a imitar, cuando en verdad son amorales, parásitos, manipuladores, que subsisten del saqueo a la riqueza pública y privada. Incursionan en política para provecho propio y no para el logro del bien común.

El repudio y la indignación ciudadanas han llegado a niveles de saturación tales que las y los corruptos se han visto forzados, temporalmente, a un repliegue táctico, convencidos que la impunidad los protege y que la memoria colectiva es corta, que pronto retornaremos a las prácticas tradicionales del cohecho y el soborno.

Eso puede ocurrir si la conspiración del silencio logra acallar las voces y acciones de denuncia. Si, por el contrario, persistimos en la investigación, denuncia, enjuiciamiento de los delincuentes, cualesquiera sea su género y posición económica, habremos sido capaces de derrotarlos.

Ha sido la juventud la que se ha posicionado a la vanguardia, como la conciencia de la patria, hasta ahora vejada, humillada, saqueada por sus malos hijos e hijas.

Impidamos que nuestra frágil e incipiente democracia se transforme en cleptocracia y en Estado fallido, que desembocan en caos, anarquía y frustración permanentes.

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