Opinión

¿Y la calidad educativa?

La educación será siempre una fuente inagotable de debate y análisis en la opinión pública bien intencionada, que teje nubes de esperanza para que llueva un cambio sustancial en las avenidas del conocimiento al que tiene derecho toda la niñez y juventud del país.

La sociedad actual con su dinámica explosiva requiere y demanda mano de obra con altos índices de profesionalización y actualización académica tecnológica.

Es por esta razón que los discentes deben ser formados bajo estándares internacionales de calidad educativa para responder sin temor a las exigencias del mercado laboral. Los docentes debemos estar preparados para este gran reto y asumirlo de manera tal que el resultado sea el que la sociedad hondureña ha esperado desde siempre.

Mucho se habla de calidad educativa; sin embargo, no aparecen resultados que respondan de manera fehaciente a la ansiada y urgente necesidad de mejorar la educación en todas sus áreas. Se ha hablado hasta la saciedad del tiempo logrado dentro de las aulas de clase únicamente; pareciera que los 200 días de clase son la punta de lanza del sistema educativo, obviando la calidad de educación a la que tienen derecho todos los educandos del sistema público.

Lo cierto es que la brújula del sistema educativo se mueve a muchas coordenadas no definidas con claridad, ojalá indicasen un norte definido. Se ha dado un gran paso al lograr el tiempo mínimo de clases que estipulan las leyes que administran la educación; no obstante, se debe procurar no dejar pasar el valioso tiempo para agregar a la receta de la calidad educativa los ingredientes que le den ese sabor exquisito del producto final llamado “pan del saber” para que sea devorado inmediata y sistemáticamente por la población estudiantil activa.

La educación en todos sus niveles debe contar con los recursos tecnológicos y de infraestructura, recursos didácticos y pedagógicos; sin obviar el talento humano, parte fundamental en el desarrollo y culminación de la praxis educativa. Si se llegase a crear esa plataforma en donde además se cuente con la participación activa de las autoridades educativas, padres de familia, empresa privada y sociedad civil podremos afirmar un genuino avance en el sistema educativo.

La calidad educativa trasciende las fronteras de la estadía del discente y el docente en el espacio físico donde se desarrolla la praxis educativa. El tiempo de permanencia dentro del aula de clase no debe ser bajo ninguna óptica el eje central para mejorar la educación; es importante, pero es estéril, llano y

vacío sin la conjugación de otros elementos ya mencionados.
Cuando se responsabiliza únicamente al docente de los bajos índices de calidad educativa, se aterriza en un escenario injusto y sin fundamento alguno, ya que un soldado sin armas no puede asistir, combatir y vencer la guerra que convoca la ignorancia.

El sistema educativo demanda docentes con perfiles actualizados, con ética, responsabilidad y profesionalización constante; sin embargo, el gobierno no parece muy convencido de contribuir continuamente para que todos los que enseñan permanezcan en un escenario de motivación y capacitación constante, en donde la remuneración sea una variable ajustada y revisada conforme a los índices inflacionarios del país, no una constante originada por tinte político.

Si a la plataforma antes mencionada le colocamos como base estos elementos no se tendría ninguna duda que el horizonte que verán los educandos será el mismo de aquellos que cursan y egresan de la mejores escuelas y colegios nacionales.

Mientras tanto, en el hemiciclo legislativo los padres de la patria debaten sobre los uniformes que deben usar los escolares, que si son azules o rojos, negros o amarillos.

Falta que se pongan a debatir sobre el color de lápiz y mochila, el logo del monograma etc. Con estas medidas “salomónicas” nuestro sistema educativo refleja insistentemente por qué estamos como estamos. ¿Por qué no debatir sobre los aspectos que realmente inciden en la calidad de educación? Se habla de todo, absolutamente de todo y yo me pregunto: ¿Y la calidad educativa?

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