Opinión

La oración del hondureño

“Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací, agrande su poder en los tiempos y brille su nombre en las amplias conquistas de la justicia y del derecho”.

Esta es la frase final de la “Oración del hondureño”, escrita por Froylán Turcios. Es una pieza literaria importantísima de nuestra nación, la cual puede considerarse como una verdadera “visión de país”, en la cual se pone de manifiesto la gran preocupación de esa generación para orientar el rumbo de Honduras en una cultura de respeto a Dios, la patria y la familia.

Si tan solo siguiéramos los importantes preceptos plasmados en ella y los inculcáramos, estaríamos ahorrando y preservando grandes recursos humanos y materiales, que en la vida cotidiana de nuestro país se pierden tan miserablemente a consecuencia de una industria denominada “Corrupción” que cada día va en aumento desmesurado y que ya ha tomado el control de las instituciones del Estado en su totalidad.

La corrupción es un acertado término que los hondureños desestimamos o desconocemos, pero que sin apegarnos a la Real Academia, y explicándolo de manera sucinta, es análoga a la descomposición de un cuerpo que ha muerto debido a que su alma lo ha abandonado por cualquier circunstancia.

La corrupción es un cáncer, se dice cotidianamente; es un flagelo dicen otros; es necesaria asegura la mayoría, pero en nuestra ignorancia, no sentimos ni el más mínimo temor de ella, sabiendo que se come a Honduras lentamente y que si aún no ha invadido peligrosamente nuestro organismo, hay que tomar la decisión de apegarse a un dantesco tratamiento si se quiere vivir por más tiempo.

Honduras necesita un “héroe” de los que en la historia nacional sobran dedos de una mano para enumerarlos, personas que han tomado decisiones acertadas para alcanzar paz, prosperidad y armonía, decisiones que han sido visionarias, pero que no han soportado siquiera el paso de un par de décadas.

“Mi corazón y mi pensamiento, en una sola voluntad exaltarán su nombre”, reza otro motivador párrafo de la exquisita pieza literaria, para que cada ciudadano tenga una conciencia plena de que se debe a Honduras, el suelo que lo vio nacer y para la que debe orientar toda su energía.

“Número en acción, en la conquista de sus altos valores morales, factor permanente de la paz y del trabajo”… ¿Somos activos? Para ser un ciudadano activo, debemos ser educados en casa por nuestros padres y en la escuela primaria por nuestros maestros, no hay otro lugar, pero nuestro país no educa a los ciudadanos del futuro en ninguno de estos lugares, sencillo, no los educa, porque si así fuera, nuestros centros penitenciarios no estarían albergando a nuestra juventud, al futuro de la patria, al potencial de trabajo; nosotros no sentiríamos temor al ver acercársenos un jovencito de mirada agresiva, diestro en el uso de un puñal o una pistola.

“Siempre tendré presente, la obligación ineludible de contribuir a la gloria de Honduras”. Mi aprecio y estima a cada hondureño que dedica una contribución en cualquier aspecto de su destino para enaltecer a nuestro terruño, solamente nosotros podemos tener un cambio de actitud, pero solamente quienes gobiernan pueden hacer que un hondureño recién nacido tenga un buen comienzo. Analógicamente como lo dijo Abraham Lincoln; “Educad al niño y no tendréis que castigar al hombre”.