Viven en edificios deteriorados y en peligro, pero es su hogar

Unas 600 personas peligran viviendo en edificios deteriorados y no quieren abandonarlos; los dueños de estos piden a los tribunales el desalojo

Cuartos en edificios en la Calle Davies están hechos con una mezcla de madera, tablarroca y aglomerado.

mié 13 de diciembre de 2023 a las 21:37

Por John Eligon/The New York Times

JOHANNESBURGO — Tenía 40 años de experiencia como bombero e inspector, pero nada podría haber preparado a Boet Hamman para lo que vio al entrar a un conjunto de edificios oscuros sobre la Calle Davies, en el Centro de Johannesburgo, que unas 600 personas llamaban ilegalmente su hogar.

Al prender la lámpara de su teléfono celular, pisó un suelo de concreto resbaladizo por el agua, que conducía a un pasillo donde docenas de habitaciones habían sido creadas con una combinación endeble de madera, tablaroca y aglomerado que podría propagar un incendio en cuestión de segundos.

Subiendo unas escaleras, dio con un pasillo cuyo techo tenía un revoltijo de alambres para conexiones eléctricas ilegales.

Él y los dos hombres que lo guiaban oyeron un tronido agudo que sonó como un cable azotando el aire. Los dos guías se agacharon y echaron a correr.

Hamman notó una pequeña flama brillando desde uno de los alambres que colgaban encima.

“Vean eso. Y así de rápido empieza el fuego”, expresó.

Habían transcurrido varias semanas desde que 77 personas murieron en un incendio en un edificio cercano en agosto, en el número 80 de la Calle Albert que, al igual que éstos, estaba ocupado por cientos de residentes que dicen no poder costear otro lugar.

Ahora los dueños de los edificios deteriorados de los números 32 al 40 de la Calle Davies habían presentado una solicitud “urgente” pidiendo a un tribunal que desalojara a los posesionarios en un lapso de 48 horas. Habían enviado a Hamman para examinar el peligro.

“Palpablemente inadecuado para ser habitado por humanos y totalmente inhumano”, describió uno de los dueños la propiedad en una declaración jurada.

$!Habitantes de un edificio en la Calle Davies. Un incendio en un edificio cercano cobró 77 vidas en agosto.

Un juez aún no ha fallado sobre la solicitud. Los posesionarios —algunos de los cuales han pasado décadas en el edificio— siguen allí.

“Es mi único hogar y me brinda una existencia digna en el Centro de la Ciudad donde de otra forma no podría darme el lujo de existir “, escribió Jabulile Ndebele, de 56 años, una trabajadora doméstica retirada, en una declaración jurada del tribunal.

Hamman escribió en su reporte que el edificio no es apto para uso habitacional, agregando que “las vidas de los inquilinos están en peligro si ocurriera un incendio”.

Los argumentos presentados en el tribunal enfadaron a Lancy Moabi, un residente desde hace 18 años.

En una declaración tras otra durante una audiencia el día posterior a la inspección de Hamman, Moabi escuchó que el lugar al que llamaba hogar realmente no era un hogar para nada.

Moabi, de 40 años, se había mudado allí luego de ser liberado de la cárcel por robo de auto con violencia. Su diminuto cuarto está hecho de aglomerado y está decorado con una fotografía de él y sus dos hijos. Su madre y sus dos hermanos viven en habitaciones contiguas.

A Moabi le preocupaba que no tendría a dónde ir si se le ordenara marcharse. Tras haberse convertido en un líder comunitario a quien todos llaman “Skim”, jerga que significa amigo, reunió a docenas de vecinos afuera de los edificios la noche después de la audiencia.

“Quien diga que debemos mudarnos de donde estamos actualmente para ir a estar parados entre la oscuridad no es nada más que un criminal”, expresó.

Alzó la voz, y los residentes gritaron en señal de acuerdo.

La mañana siguiente, oficiales de Policía descendieron de un sedán sin distintivos y exigieron que Moabi y alrededor de una docena de hombres colocaran las manos contra la pared. Un oficial tomó a Godfrey Majola, un residente que reparaba un auto, y lo empujó.

En cuestión de minutos, los oficiales los revisaron y luego se fueron a toda velocidad.

Moabi hizo todo lo posible para mantener su dignidad. Esa tarde, pasó varias horas pintando la entrada de su edificio.

Cuando Vinolia Ngwenya, la madre de sus hijos, pasó por ahí esa noche, Moabi presumió su trabajo con una sonrisa orgullosa.

“¿Cuál es el punto de pintar todo el lugar cuando te vas marchar?”, le preguntó Ngwenya, suponiendo que el juez desalojaría a los residentes.

“Nadie se va a ir”, aseguró Moabi. “Pero puedes ver que he hecho un esfuerzo”.

© 2023 The New York Times Company

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