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Muere Thomas S. Monson, presidente de la Iglesia Mormona

La presidencia de Monson se caracterizó por su presencia discreta incluso en momentos cuando la iglesia estuvo bajo los reflectores

03.01.2018

Salt Lake City, Estados Unidos
Thomas S. Monson, el 16to presidente de la Iglesia Mormona y quien lideró esa grey por nueve años, falleció, informaron allegados el miércoles. Tenía 90 años.

Monson falleció la el martes por la noche en su hogar en Salt Lake City, anunció el portavoz de la iglesia Eric Hawkins.

Monson, de Salt Lake City, estuvo activo por más de cinco décadas en las actividades de los mormones por lo cual era una personalidad conocida por varias generaciones.

Fue obispo a los 22 años de edad y en 1963 a los 36 años se convirtió en apóstol más joven en la historia de esa religión. Fue asesor de tres presidentes de la iglesia antes de asumir el liderazgo de la llamada Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en febrero del 2008.

Aún no se ha anunciado quién lo reemplazará, pero según la normativa de la iglesia debe ser el próximo que tenga más veteranía en la institución y ese sería Russell M. Nelson.

La presidencia de Monson se caracterizó por su presencia discreta incluso en momentos cuando la iglesia estuvo bajo los reflectores, por ejemplo cuando Mitt Romney, que es mormón, lanzó su candidatura a la presidencia en el 2008 y en el 2012. Las pocas veces en que Monson aparecía en público eran en conferencias de la iglesia o las inauguraciones de templos.

Monson será recordado por su énfasis en labores humanitarias, en guiar a la iglesia para imponer la prohibición del matrimonio gay en California en 2008; en pedir que la iglesia sea más transparente sobre su pasado; y en reducir la edad mínima para misioneros.

Los mormones consideraban a Monson como un líder amable y asequible, dijo Patrick Mason, profesor de estudios religiosos en la Universidad de Claremont en California. Se le conocía por abandonar cualquier tarea que estaba haciendo para visitar en el hospital a alguien que lo necesitaba. Sus discursos en las conferencias semestrales de la iglesia solían versar sobre los desafíos que enfrenta el ser humano y cómo puede superarlos mediante la fe.