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Foto de perfil

El experimento, realizado por la Universidad de York, en Reino Unido, recopiló un paquete de 1,000 imágenes seleccionadas de internet.

30.07.2014

Tegucigalpa, Honduras

Siempre se ha pensado que es fácil deducir la personalidad del protagonista de un 'selfie' por su pose. Con esa primera impresión que transmite una autofoto, cualquiera se hace una idea de cómo es su autor: egocéntrico, tímido, con ganas de llamar la atención... Ahora la ciencia ha demostrado que no todo lo que transmite una de estas fotos es cierto. Porque, al fin y al cabo, ¿quién se fía de la foto de perfil de alguien?

Si un extraterrestre tratara de hacer un retrato robot de la humanidad a partir de las fotos de perfil de Facebook, WhatsApp o Twitter, saldría que no hay nadie feo en la Tierra. Todo el mundo elige su mejor foto; aunque a veces la realidad sea otra.

El experimento, realizado por la Universidad de York, en Reino Unido, recopiló un paquete de 1,000 imágenes seleccionadas de internet. La elección de estas imágenes fue variada: distintos ángulos, distinta luz, variación de expresiones. De estas fotos marcaron 65 puntos de la cara y la distancia entre determinados puntos, como la longitud de las cejas, la forma de la mandíbula o el tamaño de los ojos.

Con estos datos seleccionados, pidieron a otro grupo de usuarios que votara las imágenes según tres patrones: accesibilidad (¿Esta persona te ayudaría o te haría daño?), dominación (¿Están capacitados para hacer algunas acciones?) y atractivo (¿Sería una buena pareja?). Todo a partir de las sensaciones que transmite la fotografía.


Lo que descubrieron es que se puede modificar a voluntad la primera impresión que se quiere transmitir.

Así apreciaron que un modelo que combinara las diferentes características podría explicar el 58% de las modificaciones que vieron en las fotos. Esto es: una buena sonrisa hace que alguien parezca accesible de un vistazo, un rostro masculino es igual a dominación y los ojos abiertos nos hacen más atractivos.

Con estos datos, realizaron una especie de caretas virtuales a las que aplicaron las opiniones recogidas en los encuestados. Crearon así unos patrones que presentaron a un segundo grupo. El resultado: todos escogieron el avatar que los investigadores tenían previsto.

La conclusión es evidente. Las primeras impresiones no siempre son acertadas y lo que es peor, se pueden modificar a voluntad para que alguno se haga pasar por lo que no es.

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