Tegucigalpa

El Guancasco, una tradición centenaria entre Ojojona y Lepaterique

Pese a lapsos de interrupciones, la actividad entre estos dos pueblos se ha venido desenvolviendo de manera dinámica desde tiempos inmemoriales.

20.01.2015

Ojojona, Honduras

Ojojona es un municipio que se halla a 32 kilometros al sur de la capital hondureña y que para estas fechas celebra una de las más antiguas manifestaciones culturales, El Guancasco o Paisanazgo.

El Guancasco es una manifestación de hermandad entre dos pueblos, en este caso entre Ojojona y Lepaterique.

Esta antigua celebración es mejor conocida como Paisanazgo, es decir, “encuentros recíprocos realizados entre dos pueblos con la participación de sus habitantes y líderes naturales, religiosos y políticos de ambas comunidades, con el propósito de reafirmar los lazos de amistad o reconciliar sus divergencias”, según cuenta la Revista Mesoamérica.

El mártir San Sebastián, protector de Ojojona, es celebrado el 20 de enero, y Santiago Apóstol es el patrón de Lepaterique, cuya celebración se da el 25 de julio.

Religión y tradición Indígena

Los santos patronos juegan un papel muy importante en la festividad y es que generalmente los guancascos se celebran coincidiendo con las fechas patronales de los dos pueblos hermanos.

Ojojona y Lepaterique son dos de las comunidades hondureñas que desde hace muchos años han mantenido vivas sus tradiciones y lazos de hermandad y, aunque en la antigüedad se dieron algunos conflictos por la posesión de tierras entre ellos, han sabido limar las asperezas y unirse nuevamente realizando los guancascos.

La festividad de Santiago Apóstol, santo patrón del pueblo de Lepaterique, se realiza del 19 al 25 de julio. El 24 de julio es considerado uno de los días más importantes de la festividad ya que desde muy temprano se esperaba la llegada de los hermanos de Ojojona, liderados por su santo patrón San Sebastián.

Como muestra de gratitud y amistad, para este día los pobladores de Lepaterique se preparan para darle la mejor de las bienvenidas a los visitantes.

Luego de una misa realizada en una pequeña ermita, los habitantes de Ojojona emprenden la caminata que los lleva hasta Lepaterique, donde con gran alegría son recibidos con fuegos artificiales, danzas y rituales nativos.

Toda esta magnífica celebración hecha con gran algarabía deberá ser retribuida de la misma forma por el pueblo hermano de Ojojona, el día conmemorado a San Sebastián.

Después de este gran momento, el pueblo de Lepaterique se envuelve en una gran fiesta en donde se realizan varias actividades, entre ellas la veneración de los Santos en la iglesia de la comunidad, fiestas patronales, bailes y banquetes para los convidados.

Según reza la tradición, si entre estos dos pueblos no se lleva a cabo El Guancasco, en honor de cualquiera de los santos patrones, los pueblos entrarán en conflicto ya que para ellos esto es equivalente a una gran ofensa que romperá todo tipo de amistad con el pueblo vecino.

Despedida de los invitados

Desde tempranas horas de la mañana del domingo, los lepateriquenses se preparan para despedir a sus vecinos y hermanos visitantes del pueblo de Ojojona y desearles un buen viaje de regreso.

La neblina aún envuelve el fresco pueblo, los fogones de los hogares comienzan a encenderse y el olor del café y las tortillas de maíz recién hechas empiezan a salir de las cocinas.

Todos se apresuran a bañarse y vestir sus mejores galas para asistir como todos los días del Señor (domingo) a la misa del santo patrón Santiago Apóstol, en la iglesia localizada cerca de la plaza de la comunidad que ese día especial luce a reventar con tantas personas oriundas del pueblo como visitantes.

Cuando los pobladores de los dos pueblos están reunidos en la casa de Dios, el ambiente es perfecto, se respira hermandad... este año la asistencia fue espectacular, eran tantos que el espacio dentro de ella no daba abasto para albergar a tantos fieles católicos reunidos dentro del templo.

Con regocijo entonaron las notas del himno al patrón del pueblo y aprovecharon para despedirse y pedir la intercesión del santo en diferentes asuntos que los aquejan.

Al finalizar la misa los feligreses se prepararon para salir en procesión por las principales calles del pueblo, en compañía de sus santos, como un recorrido de despedida del pueblo por los visitantes.

En el transcurso de la caminata se escuchan los fuegos artificiales lanzados al paso de la muchedumbre que avanza con sumo fervor religioso.

El baile de las banderas

Es el símbolo de la paz que reina entre los dos pueblos, y se realiza como una forma de revivir la época de los moros y los cristianos, durante toda la celebración estas banderas son cargadas por los mayordomos de los santos, que son personas elegidas y preparadas para desempeñar esta tarea y que han adquirido este cargo por medio de la sucesión.

El baile de las banderas se hace al son del ritmo de la música y de las campanadas de la iglesia el Santo Apóstol ubicado en un extremo alejado frente a San Sebastián.

Para el tradicional baile los mayordomos danzan hincándose cinco veces, que significan los cinco misterios del santo rosario, luego, cuando se encuentran cerca, se realiza el saludo entre los mayordomos y el intercambio de las banderas instintivas de cada pueblo.

Posteriormente los santos y los pobladores de cada comunidad se unen y danzan alrededor de una pequeña alfombra que sirve como punto de reunión en donde los santos se acercan simulando un abrazo de amistad y se despiden.

Después cada uno vuelve al lugar que le corresponde, quedándose Santiago Apóstol en su iglesia y San Sebastián emprende el viaje que lo lleva de regreso a Ojojona.

Unidad

La celebración termina con los actos de despedida de los lepateriquenses, que montan un sinfín de eventos previos al cierre del guancasco.

Algunas de estas actividades son la venta de deliciosos platillos y bocadillos, como el famoso tajo relleno de Lepaterique, y la gallina con maíz.

Entre los eventos en los que participan muchos pobladores y algunos huéspedes están la tradicional carrera de cintas con caballos, las espectaculares corridas de toros o toreadas, entre otras.

El recuerdo de las luchas de tierra entre estos dos pueblos hermanos aún está guardado en la mente de los habitantes que por generaciones ha pasado como ejemplo de que no vale la pena romper los lazos de amistad y paz por asuntos de poca importancia.

Según muchos pobladores, la tradición de El Guancasco estuvo a punto de morir por este tipo de conflictos y gracias a la intervención de un sacerdote de apellido López pudo reestablecerse la paz y la unidad de los pueblos que se han mantenido de esta forma desde hace ya muchos años, alimentando nuestra cultura.