Tegucigalpa

En El Saladito, Pespire, inicia Maratón del Saber

Soli-Diario, la campaña responsable con la educación de los más desposeídos de tierra adentro, garantizó a cientos de menores de la escuela Santo Domingo Sabio el regreso a clases

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05.03.2012

Nayeli Zambrano, Ariel Antonio Laínez y Sintya Gisel Galo tienen muchas cosas en común, aparte de sus limitaciones económicas.
Los tres viven en la comunidad de El Saladito, del municipio de Pespire, en el departamento de Choluteca; y son excelentes alumnos de la escuela Santo Domingo Sabio.

Aunque están en grados diferentes, comparten el mismo deseo de superación, pero también una enfermedad que les hace recibir con mayor sacrificio el pan del saber.

Se trata de un problema visual: Nayeli tiene que pegarse lo más que pueda al cuaderno para ver los renglones y escribir; Ariel tiene su ojo derecho muy dilatado, mientras que Sintya no ve con claridad. Como ellos, otros menores de este caserío padecen de problemas en la vista.

Esta es la situación que descubrió Soli-Diario y La Maratón del Saber, en El Saladito, una lejana comunidad donde EL HERALDO decidió inaugurar la novena edición de la campaña educativa más grande y solidaria del país. Y es que el propósito es garantizarle a los escolares de escasos recursos su regreso a las aulas en el presente año lectivo 2012 y este anhelo nos trasladó a esta localidad de la zona sur.

Una vez más EL HERALDO
asumió su compromiso con la educación de los más desposeídos y preparó su equipo para cumplir con este reto.

Un día de sorpresas

Llegar a El Saladito no fue fácil. Algunos tramos de la calle de tierra están en pésimas condiciones, lo que hace imposible avanzar en el trayecto.

Luego de preguntar referencias, llegamos a la escuela Santo Domingo Sabio.

El motor del vehículo que, cargado de útiles recién se estacionaba frente al portón del centro educativo, robó de inmediato la atención de los niños que recibían en total silencio sus clases.

La intriga los motivó a salir de sus humildes salones para informarse por su propia cuenta de qué se trataba aquella inusual visita.

Lo que menos se esperaron más de 120 alumnos, algunos vestían descoloridos uniformes y otros con ropa desgastada, era que la Maratón del Saber estaba en sus puertas.

Don Lápiz, Don Borrador y las Cartitas Felices, las inconfundibles mascotas de Soli-Diario, no se hicieron esperar.

Las dos maestras que atienden esta escuela unidocente también estaban sorprendidas, ya que solamente reciben visitas de padres de familia.

Bastó un breve diálogo para explicar por qué Soli-Diario estaba con ellos, luego se procedió a la entrega de útiles.

En fila y en su orden correspondiente, de primero al sexto grado los niños recibieron sus nuevos materiales educativos.

Las mochilas llenas de cuadernos, colores, lápices y borradores llegaron a sus inocentes manos, al igual que los kits escolares.

También se les hizo entrega de Katrachín, un pequeño texto para hacer la enseñanza amena y divertida, con diversos temas de interés, que será un compañero más.

Con un “Gracias, Dios les bendiga” y una sonrisa que iluminó su rostro, Carmen Dilenia Paz, de quinto grado, correspondió a este gesto de solidaridad mientras tomaba su mochila como si se tratara de un gran tesoro.

La jovencita, que aspira a convertirse en doctora, expresó que sus padres por ser muy pobres no habían podido comprarle lo necesario para ir a clases.

“No tengo palabras para expresar mi agradecimiento por venirnos a dar esta alegría a los niños”, declaró conmocionada Lidia Merced Maradiaga, directora del centro educativo.

Un contraste

La escuela Santo Domingo Sabio, al igual que la mayoría de centros educativos de la empobrecida comunidad de Pespire, enfrenta muchas carencias.

El techo es una bomba de tiempo que de un momento a otro puede caer sobre las cabezas de los alumnos.

El mobiliario de madera está invadido de carcoma y a falta de este, muchos niños reciben las clases de pie o alternan turnos con sus compañeros.

Los libros de texto para todos los grados no se conocen, lo mismo que el material didáctico, ni los pizarrones de formica.

En El Saladito, una comunidad expuesta a la vulnerabilidad y calada por la pobreza extrema, pero donde un laborioso pueblo que trabaja la tierra mantiene intactas la fe y esperanza de superación, EL HERALDO
cumplió con su compromiso con la educación.