Tegucigalpa

En pobreza extrema viven unos 182 mil capitalinos


Residentes de 405 de los 892 barrios y colonias enfrentan vulnerabilidad social. El hambre golpea en zonas del este y oeste de la ciudad.

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15.11.2011

La capital se desarrolla lentamente, al ritmo de un reloj de arena.

La pobreza que se ha tomado los asentamientos humanos de norte a sur también extiende sus tentáculos al este y al oeste, en zonas que sobrepasan los 1,150 metros de altura, en serranías donde no hay acceso al agua ni a los demás servicios básicos.

La mayoría de los terrenos donde se levantan las covachas (en cada una de ellas residen al menos 8 miembros de una familia) están catalogados por Metroplan como no urbanizables.

Un estudio del Colegio de Arquitectos de Honduras (CAH) y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indica que al menos 405 de los 892 barrios y colonias de la ciudad están en un nivel alto de vulnerabilidad social. Y apenas el 14.78 por ciento de la población que reside en 195 barrios y colonias enfrenta un nivel de susceptibilidad social baja.

Los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) reflejan que 182,176 capitalinos viven en pobreza extrema.

Prueba de ello es la dura realidad en la que habitan los residentes de los cinturones de miseria del oriente y oeste de la ciudad.

Comunidades como la 30 de Noviembre, Quebrachitos, Estados Unidos y Mololoa, en el oeste, y las colonias Mirador de Oriente, La Calera y Bella Oriental, en el este, están en la lista de las más pobres.

Don Víctor Mariano Durón y doña Martha Zepeda padecen lo que representa ser parte de las frías cifras de capitalinos que para vivir solo tienen entre 20 y 40 lempiras al día.

Con su corazón colmado de alegría, hace quince años decidieron comprar un terreno para levantar por fin su casa propia. La tentadora oferta de un predio en la comunidad de Agua Blanca, a un costo módico de 6 lempiras la vara cuadrada, que podían pagar con los pocos ingresos que recibe don Víctor de su trabajo como albañil, los incitaron a comprar un predio de 200 varas cuadradas por la suma de 1,200 lempiras pagaderos en cuotas.

El anciano de 75 años edificó él mismo la vivienda de adobe conformada por una sala, una pequeña cocina y un cuarto, donde vive sus días junto a Martha, de 68 años, su compañera de hogar.

Mientras enciende un viejo aparato de televisión en blanco y negro que forma parte de los pocos muebles amarillentos de hollín que hay en la diminuta sala, el humilde anciano cuenta que tienen cinco hijos que se marcharon para formar sus propios hogares.

Olvidados

Don Víctor y su esposa conforman la población de casi 5,000 personas que residen en esta zona de la ciudad, donde para ingresar deben recorrer a pie cinco kilómetros desde la terminal de autobuses de la colonia San Miguel, porque las unidades del transporte urbano no suben hasta la comunidad.

'Los taxis para subir desde El Palo, la terminal de la San Miguel, nos cobran entre 150 a 200 lempiras, ese pisto nos sirve para comer unos días, así que mejor caminamos', afirma el anciano, mientras ve con timidez sus sucias botas de hule con restos de mezcla de cemento.

Pero el peregrinar de esta familia no se detiene al llegar a su hogar, don Víctor cada 15 días debe caminar durante 30 minutos hasta un sector conocido como 'El Pozo Peraz', donde corta leña para avivar las llamas del fogón de su hogar.

Las carencias

Un informe del PNUD revela que la mayoría de estas comunidades se enfrentan a serias deficiencias en cuanto al acceso a servicios básicos como agua potable, alcantarillado sanitario y, en algunos casos, electricidad.

No tienen acceso a la educación ni a un centro de salud donde sanar sus dolencias, y por si fuera poco, la mayoría viven en zonas de deslizamiento e inundación.

Tanto en Mirador de Oriente como en la aldea Agua Blanca, los vecinos no cuentan con servicio de agua potable, los residentes deben guardar de su escaso presupuesto entre 30 y 37 lempiras para comprar un barril del vital líquido.

Las cisternas de agua suben entre tres y cuatro veces a la semana y solo los residentes que tienen el dinero para comprar pueden cubrir sus necesidades básicas.

En Mirador de Oriente, el servicio de 'Agua para Vivir' que promueve la alcaldía es la única salvación de las familias que se quedan sin recursos para calmar su sed.

Estas dificultades minan las esperanzas de doña Juana Francisca Trejo, de 50 años. Lo que tiene por casa de habitación es un pequeño cuarto de alquiler, construido con pedazos de madera, donde las únicas paredes que dividen el interior son dos sábanas desgastadas, además de la improvisada cocina. En su recinto ubicado en el sector número 3 de Mirador de Oriente, su única compañía son la pollita Fina y sus perros Ray y Ponie.

La alimentación llega de manera esporádica a su humilde mesa, pues el salario que percibe en una microempresa de barrido, donde fue contratada por tres meses, apenas le alcanza para medio pasar. Ella vive en carne propia la cruel realidad de los 26,441 capitalinos que sobreviven con menos de un dólar al día (un promedio de 19 lempiras).

El hambre que se evidencia en su cuerpo delgado y su rostro ojeroso es tan dura que ha tenido que hacer uso del trueque para poder llevar alimentos a su mesa. Su gallina fina ha sido empeñada en varias ocasiones por una libra de maíz para preparar las tortillas.

Sin embrago, ella guarda la ilusión de construir su casita, en caso de que la Alcaldía Municipal y el patronato de la comunidad legalicen la situación de los solares en este sector.

'Yo podría tener mi casita, pero hay que legalizar los terrenos aquí en Mirador de Oriente, mientras tanto, seguiré viviendo aquí con Fina, Ray y Ponie', expresó. Mientras cuenta su triste historia, sonríe, porque Dios está con ella, como dice un rótulo que ella misma escribió en la pared de cartón de su cuarto: 'Me cubro con la sangre de Cristo'.