Siempre

Memoria del poeta José Luis Quesada

El futuro está saciado por la poética reveladora de Quesada, que sin duda será una medida muy alta para las nuevas generaciones de poetas hondureños

FOTOGALERÍA
28.09.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-La primera vez que escuché el nombre de José Luis Quesada fue en los pasillos de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, en 1996.

El primer poema que leí de él fue “Pareja humana” y nunca más pude apartarme de esos primeros versos “Tegucigalpa es una res quemada viva”; luego comencé a buscar sus libros “Porque no espero nunca más volver” (1974), “Cuaderno de testimonios” (1981), “La vida como una guerra” (1982) y el alucinante “Sombra del blanco día” (1987), libros que luego reunió en una antología personal: “La memoria posible”, publicada por Ediciones Paradiso en enero de 1990.

También escuché en esos días los ecos del Taller de Poesía Casa Tomada que José Luis Quesada dirigía y del que surgieron nombres que dan testimonio del magisterio y del buen ojo estético que tenía el poeta.

La vida me dio la oportunidad de conocerlo, escucharlo, compartir espacio en algunos eventos de literatura y en más de una ocasión me leyó algunos poemas inéditos del libro “El hombre que regresa”, una joya de nuestra poesía que fue publicada en el año 2015 por la editorial Perro Azul de Costa Rica, luego de un silencio de casi treinta años sin publicar una nueva obra poética, un mutismo que apenas se perturbó por la publicación de sus relatos en “El falso duende” en 1994 y el fantástico libro “Crónica del túnel y sus inmediaciones” en 2016 por el sello Casa de Poesía del Festival Internacional de Poesía de Costa Rica al que fue invitado ese año.

VEA: Laura Leiva, la bióloga que lucha contra el plástico del mar

Da un pesar enorme y también una alegría ácida que los últimos libros de poesía de José Luis Quesada se publicaran en Costa Rica y que no se conozcan en Honduras. Allá él tuvo amigos como Oswaldo Sauma, además de la estima de Carlos Aguilar de la Editorial Perro Azul que publicó “El hombre que regresa” y la amistad del poeta hondureño Dennis Ávila, quien es el editor junto a Norberto Salinas de “Crónica del túnel y sus inmediaciones”.

Para esta nota me comuniqué con Dennis Ávila, quise saber más de ese libro que he leído esta noche una y otra vez, y me dijo que “es un libro breve, pero muy profundo, le solicité a José Luis Quesada que al final le agregara una breve selección de sus poemas ya famosos y algunos inéditos para darle cuerpo a la edición, y él así lo hizo. Es un libro sobre lo efímero y pequeños que somos, pero a la vez de lo poderosos y trascendentales que podemos ser los humanos. Un libro de un profundo entendimiento del camino en la vida y en cierto modo un homenaje al poeta Rigoberto Paredes”.

Quesada siempre se reinventó en cada uno de sus libros; en él la innovación no fue experimento sino una natural vocación de su poética. Desde siempre reconocemos en su poesía sus poderosas imágenes visuales, la generación de atmósferas cercanas al lenguaje de la narrativa o de la cinematografía, si hay un lenguaje visual en la poesía hondureña es el de José Luis Quesada, pero no se trata de la descripción de los lugares sino de la transfiguración de lo cotidiano hacia lo reflexivo y profundo, algo que él acotaba lo aprendió de Pound y de Eliot.

Esa última poesía de José Luis Quesada es luminosa y magistral: sus años de lectura y su madurez como ser humano le llevaron por una búsqueda espiritual que desembocó en una visión contemplativa.

LEA: Tokio, una ciudad de contrastes

“El hombre que regresa” sin duda es un gran libro, un testimonio místico, un trance del hombre que ha ganado experiencia y hondura en el camino donde pudo reconciliarse con sus visiones, temores, pesares y, sobre todo, con su soledad.

Todo coincide en que la poesía de José Luis Quesada seguirá siendo una referencia obligatoria, y hay que hacer el esfuerzo porque sus últimos libros se publiquen aquí, además de reeditar toda su obra, por supuesto.

En un tiempo donde se valida tan mala poesía en Honduras, donde se niega a los grandes poetas y donde ser militante de cualquier causa y sobreponer el ego y los atributos personales se ha vuelto requisito esencial para ser considerado poeta, una poesía como la de José Luis Quesada, la de antes y la de esta década, sin duda arrasa y deja en su sitio no solo a la dignidad humana sino a la falsedad y mediocridad que en nombre de la poesía pulula
decadentemente.

En sus opiniones era comedido y transparente, una vez dijo: “Pienso que en el fondo todo ser humano lleva un poeta adentro, la diferencia es que los poetas lo externamos por medio de una forma, lo decimos de una manera”, y agregó: “Yo le digo a los jóvenes que si nos pagaran por hacer poesía quizá no lo hiciéramos, porque este oficio no tiene precio. La gente dice: ¿Qué ganan escribiendo poesía? ¿Cuánto les pagan?, pues nada, pero alguien tiene que hacerlo...”, quizá por eso estos versos: “No me pidan que gane dinero y me establezca/ permitan que me encargue de la poca poesía que queda en este mundo”.

Hay mucho que seguir escribiendo sobre la obra de José Luis Quesada, era el último poeta vivo de esa generación que, sin duda, es memorable. El futuro está ahí saciado por su poética reveladora que sin duda será una medida muy alta para las nuevas generaciones de poetas hondureños.

TAMBIÉN: Las trampas ideológicas del arte