Honduras

A pesar de sus fronteras, Valladolid y Mercedes de Oriente aún conservan la paz

Tal vez su lejanía de las grandes ciudades no ha permitido que la

tranquilidad con que viven estos pueblos se haya visto perturbada

18.09.2017

Tegucigalpa, Honduras
Tantas cosas en común los han llevado a tener un resultado similar. Su gente descubrió el secreto de poder vivir en armonía a pesar de los valladares que han tenido que enfrentar desde antaño.

Hondureños pero unidos por la misma línea fronteriza al hermano país de El Salvador, se encuentran los municipios de Valladolid, en Lempira, y Mercedes de Oriente, en La Paz. Ambos territorios son considerados entre los seis pueblos menos violentos del país.

Nació con la colonia

Inmerso entre montañas de pino y rodeado de grandes precipicios se encuentra uno de los municipios hondureños creados en el tiempo de la colonia española, que desde ese entonces han vivido en paz. Su nombre es Valladolid.

Situado a más de 1,500 metros de altura sobre el nivel del mar, en el sureste del departamento de Lempira, su clima es realmente placentero la mayor parte del año y el verdor de sus cerros enamora a cada visitante.

En Valladolid, aparte de su agradable temperatura ambiente, su gente tiene el privilegio de vivir en paz. Este minúsculo poblado es considerado, según los estudios del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH), como uno de los menos conflictivos en todo el país.

EL HERALDO también quiso dar a conocer el modo de vida de sus habitantes y cuál es el enigma que tienen para vivir con tanta tranquilidad y conservar las costumbres del buen vivir de este municipio, ubicado a 344 kilómetros de la capital Tegucigalpa.

Según el OV-UNAH, Valladolid ha registrado desde el 2013 hasta la fecha un solo homicidio. Esta muerte por causas violentas ocurrió en el año 2013, desde ese momento hasta hoy no ha habido más de una muerte violenta entre sus residentes.

Una

sola muerte registró
en 2013 el municipio
de Valladolid, de ahí
en adelante se ha
mantenido en cero.

Viven en paz y armonía

A pesar de que sus vecinos más cercanos como San Andrés y Guarita no disfrutan de la misma paz que se vive en sus tierras, Valladolid tuvo cero homicidios en los años 2014, 2015 y 2016, y en lo que va del presente año.

“Si hay un problema o si se detecta a alguien extraño en el pueblo de dudosa reputación, se le investiga, y si se requieren 15 hombres para buscar una solución, llegan 30”, expresa Max Cruz, uno de los hijos de Valladolid.

Así de responsable es la actitud de cada habitante del escondido pero pintoresco municipio de Valladolid.

De repente y mientras Max Cruz dialogaba con el equipo de EL HERALDO, dos ciudadanos hondureños montados en bestias mulares se asoman por el horizonte; vienen de El Salvador.

Con sus mulas cargadas de víveres comprados en territorio salvadoreño, específicamente en el municipio de Arcatao, evidencian el comercio que se da entre pobladores de ambas naciones y la buena relación que existe, sin importar las fronteras.

Cruz asegura que “sin ningún problema ciudadanos salvadoreños pueden entrar a Valladolid, siempre y cuando no vengan con malas intenciones”.

“De hecho tenemos mucha gente conocida de El Salvador que es gente buena, compadres de hondureños y viceversa, hay familias de Valladolid que viven en Arcatao y hay gente de allá que vive acá, pero gente honrada”, señala.

Hospitalidad

Pedro Menjívar, alcalde de este municipio, comenta que “la gente es muy hospitalaria, recibe al que viene de otros municipios, somos muy creyentes en Dios, tanto católicos como evangélicos, somos unidos y solidarios”.

Como muchas zonas de la campiña hondureña, aún se puede observar por las calles empedradas del centro del pueblo a personas halando caballos cargados de productos agrícolas como café y frijoles.

Pero el modernismo después de 160 años de fundación ha llegado a estas tierras del occidente del país. Se puede ver el contraste de sus calles de tierra o empedradas y otras que han dado paso al concreto hidráulico como parte de las obras de infraestructura.

Don Salvador Hércules, nativo de Valladolid, se considera “un afortunado por vivir en este pueblo, aquí todos nos conocemos y hemos aprendido a llevarnos bien, la gente se dedica a la agricultura y a cuidar sus vaquitas”, cuenta.

Seguridad

Tanta es la armonía con la que pasan los días en Valladolid que los agentes policiales en vez de combatir la criminalidad realizan trabajos de proyección comunitaria.

Juan Carlos Guerra es uno de los agentes de la Policía Nacional asignados al pueblo y asegura que “aquí es un pueblo calmado”.

“El trabajo de nosotros es más que todo preventivo, al no haber mucha incidencia el trabajo se vuelve más calmado, pero no nos descuidamos porque los problemas aparecen de la noche a la mañana”, asevera.

6

infantes al mes
son inscritos en
la oficina del RNP
en Mercedes de
Oriente.

Pequeños negocios

La delincuencia que abate a gran parte del país, principalmente las grandes ciudades, aún no llega a estos pueblos. Doña Adolida Orellana vende ropa de segunda mano, negocio que funciona en su casa. Sin mucha preocupación, su propietaria se distrae por un momento y deja el producto a merced de lo que pudiera suceder, sin embargo, dice que “aquí nadie le roba nada”.

Doña Adolida se fue de su natal Valladolid y durante muchas décadas residió en San Pedro Sula, la capital industrial del país. Pero las condiciones de inseguridad en aquella ciudad, asediada por las pandillas, la obligaron a dejarla después de muchos años y regresar a su terruño.

“Me tuve que regresar para Valladolid porque miré cómo está la situación en San Pedro Sula y no quise que mi hijo de ocho años me lo quitaran los mareros”, confiesa.

“Aquí vivimos tranquilos, no hay problemas de asaltos, mucho menos de extorsión”, cuenta con una sonrisa en señal de bienestar.

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Escondido entre los cerros

Desde lejos se ve el humo que sale entre la montaña, pero lo reducido de su cabecera municipal no permite divisar las casas del pueblo.

Situado a escasos kilómetros de la línea fronteriza entre Honduras y El Salvador, y erigido en la cima de una montaña, se encuentra el municipio de Mercedes de Oriente, dominio del departamento de La Paz.

Con alrededor de 45 viviendas en las que viven no más de 155 personas, este escondido poblado del sur de Honduras no tiene muchas cosas por las que sobresalir debido a su pobreza y abandono estatal. Sin embargo, hay una razón por la cual sus habitantes sí se sienten orgullosos.

Mercedes de Orientes es uno de los municipios del país en el que menos incidencia delictiva se registra, por lo que sus habitantes viven casi en total paz.

Al igual que el pueblo de Valladolid, en Lempira, Mercedes de Oriente ha registrado en los archivos de seguridad ciudadana un solo asesinato desde el 2013 hasta la fecha.

Según el (OV-UNAH), esta muerte violenta ocurrió en el año 2014, sin embargo, en el 2013 no registró decesos violentos ni en los años subsiguientes: 2015 y 2016, menos en lo que va del 2017.

A 144 kilómetros de la capital, Tegucigalpa, tomando la vía aún en construcción del Canal Seco, se puede llegar a Mercedes de Oriente.

Aunque colinda de manera muy cercana con El Salvador, específicamente con el municipio de Polorós, su tranquilidad no se ha visto alterada por este extremo, a pesar de la conflictividad que también se vive en aquel país.

Sus calles de tierra y casas de adobe con techos de teja dilucidan las carencias con las que aún vive su gente. Pero a pesar de la pobreza en la que viven, pasan sus días sin problemas de inseguridad.

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Pobres... pero felices

Como en la gran parte de la zona rural del país, sus pobladores se dedican a las labores de la agricultura y ganadería en pequeña escala, Mercedes de Oriente no es la excepción. Don Cándido Maldonado, habitante del pueblo, confiesa que “aquí vivimos pobres, pero felices”.

“Nosotros nos dedicamos a la agricultura porque es lo que sabemos hacer y ahí pasamos con lo poco que hacemos, eso sí, nadie nos molesta ni hay disturbios por nada”. Tanto Valladolid como Mercedes de Oriente han sabido cruzar los obstáculos para ser hoy en día pueblos sin violencia.